Contra la revancha militarista, organización

Manifestantes en la Plaza Roosevelt, São Paulo, Brasil participan en la Marcha Global por Palestina el 10 de junio, 2025. La protesta forma parte de movilizaciones en varias ciudades del mundo y exige la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Brasil e Israel. Foto © Bia Borges.

Opinión • Colectiva editorial de Ojalá, con fotos de Bia Borges • 25 de julio, 2025 • Read in English

Vivimos tiempos de ataques y angustia agudizados. En estas condiciones —y previo a un descanso de verano de dos semanas— reflexionamos sobre lo que va del año. Lo hacemos con el conocimiento de que la sabiduría duramente adquirida por luchas anteriores puede ayudarnos a alumbrar el camino que nos queda por recorrer. —Eds.

Hace 25 años, en América Latina peleábamos, entre otras luchas, contra la privatización de espacios e instituciones públicas y comunes. Instalamos colectivamente límites a lo que los capitales podían o no hacer. Constituímos, como en la guerra del Agua en Cochabamba, hilos de un “sentido común disidente” que empujaba hacia la reapropiación y el control social de todo tipo de bienes. 

Aquel límite se fue desvaneciendo con el tiempo, en medio de los diversos progresismos estatalistas que se anclaron en proyectos nacional-populares bajo duros controles partidarios y también ante la ofensiva de avasalladores gobiernos de derecha.

Hoy, todo está bajo ataque. En las Américas, Donald Trump, Nayib Bukele, Daniel Noboa y Javier Milei son los voceros más ruidosos de ese cambio. Según ellos, absolutamente todo debe estar a la venta. Pero lo que ocurre ahora es más nefasto que un programa privatizador de corte neoliberal. Estamos viviendo un auge militarista sin precedentes y atestiguamos un incremento acelerado de la crueldad y el desprecio hacia las personas, los territorios y la trama de la vida en su conjunto.

La multiplicidad de resistencias y luchas protagonizadas por diversas coaliciones y constelaciones de cuerpos rebeldes que defienden sus vidas y deseos se ha visto cercada, a lo largo del año, por un entorno de agresiones, cinismo y violencia en expansión. Resurgen formas de dominación, explotación y control que parecen de otras épocas.

En Ojalá, consideramos que son tiempos de reflexión profunda tanto para entender los cambios que se están produciendo, como para seguir comprendiendo las dinámicas y prácticas de las resistencias y luchas que se organizan para garantizar la vida colectiva. 

Construir conexiones, ensayar claves de análisis, compartir información y alojar miradas diversas sobre lo que está ocurriendo es nuestra manera de nutrir el tejido de respaldo recíproco que necesitamos para sortear esta avalancha desbocada de brutalidades.

Manifestantes en la Avenida Paulista, São Paulo, Brasil, queman un muñeco con el rostro de Trump durante una protesta en contra al Congreso Nacional el 10 de julio, 2025. La manifestación denuncia el avance de medidas como la reforma administrativa, los recortes en políticas sociales y en contra los aumentos tarifarios anunciados por el gobierno de Donald Trump, que elevaron los aranceles sobre productos brasileños y reavivaron el debate sobre la soberanía y la dependencia económica. Foto © Bia Borges.

Con respecto a los movimientos

Los movimientos de lucha y resistencia a lo largo del continente han logrado mantenerse aunque en condiciones de adversidad. La defensa territorial comunitaria continúa, confrontando agresiones armadas y desapariciones, al tiempo que sus protagonistas enfrentan violencia armada y desaparición forzada. 

En México se está haciendo frente, entre muchas otras amenazas, a la contaminación del territorio en Veracruz, la tala ilegal en el Estado de México, la minería en Nuevo León, la turistificación en la costa oaxaqueña, la militarización del río Bravo y la guerra contrainsurgente en Chiapas

En Guatemala, la criminalización de las autoridades comunitarias y el asesinato de los miembros más visibles de las luchas por el territorio siguen ocurriendo. También en Argentina, donde los pueblos mapuche, tehuelche, kolla y atacameño protegen su territorio originario desde hace 150 años, en un contexto en el que el gobierno de Milei libra una guerra contra el periodismo.

Los gobiernos de ultraderecha han impuesto el binarismo de género tradicional como parte de su agenda conservadora, atizando el odio y poniendo en peligro la vida de personas trans. En Argentina eso ha reforzado las alianzas entre sectores sociales afectados por las medidas neoliberales del gobierno, como les trabajadores, les jubilades y la comunidad LGBTQIA+.

También está presente la lucha de las madres y padres contra la desaparición y asesinatos de sus hijes, que siguen usándose como método de sembrar miedo.

El uso de esas tácticas de terror también crece en países donde la guerra no se ha desplegado en su forma más descarnada, como en Chile, donde las desapariciones de Julia Chuñil y María Ignacia González Torres siguen resonando en sus comunidades.

Reaparecen las huelgas estudiantiles y prolifera el malestar de la juventud que no se queda callada ante la creciente expropiación, gentrificación y turistificación de sus ciudades. Las movilizaciones por Palestina siguen brotando a lo largo del continente, tal y como procesos para apoyar a las familias palestinas dentro y fuera de Gaza.

La organización de las mujeres y disidencias tampoco ha menguado. Además de luchar contra todas las violencias, ha ido reconfigurándose para responder a los desafíos impuestos en cada contexto, como la amenaza de la captura estatal en México y Venezuela, o la precarización de la reproducción social en Argentina, Bolivia, Chile y Uruguay

Estudiantes, familiares y movimientos sociales realizaron un acto por justicia para Bruna Oliveira da Silva en la Universidad de São Paulo el 24 de abril, 2025. Oliveira da Silva, de 28 años, era estudiante de la maestría en Turismo de la USP y madre de una niña de siete años. Fue encontrada muerta cuatro días después de desaparecer en el barrio de Itaquera. Brasil ocupa hoy el quinto lugar en el ranking mundial de feminicidios, reflejo de una violencia estructural que sigue cobrando vidas de mujeres cada día. Foto © Bia Borges.

El militarismo no es seguridad 

Es importante precisar que cuando desde los estados hablan de seguridad y proponen un conjunto de medidas militares y policíacas, no están hablando de nuestra seguridad y bienestar. Están hablando del control armado de los territorios. 

Este control armado se produce bajo diversas formas y en medio de distintos discursos: contra “la migración”, contra “el narcotráfico”, contra “el terrorismo”. Los fines son siempre parecidos: generar condiciones de saqueo, explotación y despojo de poblaciones —destruyendo la organización social y comunitaria— para garantizar la expansión capitalista y neocolonial.

Gaza sigue siendo el ejemplo extremo de esta práctica, en su versión genocida. “Básicamente hay un ataque aéreo cada dos minutos”, dijo el escritor y analista palestino Muhammad Shehada en entrevista con Democracy Now!. “En cualquier campo de concentración en la historia de la humanidad, la gente recibía más comida de lo que reciben actualmente en Gaza”. En los últimos meses, más de 1,000 personas, entre ellas niñes, han sido asesinades mientras buscaban comida, y la mayoría de la población está desplazada y en riesgo de hambruna. 

En diferentes niveles y escalas, este proyecto de muerte está hoy en plena expansión. El presupuesto para el Pentágono ha rebasado, por primera vez, un billón de dólares este año, mientras que por lo menos 12 millones de personas en Estados Unidos van a perder el acceso a servicios de salud y se preparan para severos recortes en programas estatales relacionados con la educación y el acceso a la comida.

En EE.UU., la militarización se justifica con base en el odio hacia personas migrantes racializadas que han llegado cruzando la frontera con México. La administración de Trump ha desplegado soldados contra manifestantes que se han organizado contra redadas de ICE en Los Ángeles y hay miles de soldados en activo patrullando la frontera con México.

Como recalca Susana Draper, podemos entender parte de lo que pasa en EE.UU. hoy como una “reinstauración supremacista” del régimen en respuesta a todo lo que las luchas antirracistas, cuir y feministas lograron instalar como parte de un ciclo de luchas que empezó hace casi 15 años. 

Y aún en países con supuestos gobiernos progresistas, la militarización está avanzando. Tal es el caso de México, donde un paquete de leyes adoptadas recientemente amplía el aparato de colección estatal de datos biométricos y otorga nuevas capacidades al ejército para espiar y vigilar a la población en su conjunto. 

En el Día Internacional de los Trabajadores, manifestantes marchan en la Avenida Paulista, São Paulo el 1 de mayo, 2025, para exigir el fin de la jornada laboral 6x1 (contar con solo un día de descanso). El acto fue impulsado por el movimiento Vida Além do Trabalho (Vida más allá del trabajo, VAT), que promueve una reforma constitucional para reducir la semana laboral a cuatro días. La propuesta aún no ha avanzado en el Congreso. Foto © Bia Borges.

El arco largo de lucha

En tiempos de reacción nacionalista, es necesaria la reivindicación de un internacionalismo que cuestione la legitimidad de los Estados-nación que han ganado vigencia mientras manufacturan crisis y vociferan amenazas arancelarias.

Algunos discursos opuestos a los efectos de la precarización económica de las personas no alcanzan a escapar a los límites impuestos por los nacionalismos revigorizados. Por tanto, es importante mantener la mirada en los responsables de estos efectos: las élites transnacionales y los gobernantes que rezan austeridad y anticorrupción mientras financian cada vez más el control armado del territorio.

En Ojalá buscamos hacer propio el acto necesario de dialogar no solo con este ejercicio de reflexión interna, sino con nuestro compromiso de publicar múltiples perspectivas. Nutrir el “sentido común disidente” no implica una mirada uniforme. 

Por eso proponemos considerar un arco temporal más largo y por fuera del ciclo efímero de las noticias, reconociendo que históricamente hubo agresores que atentaron contra la justicia social, y esfuerzos para recuperarla. De esos contextos surgieron los frentes de lucha que condujeron —con gran dificultad— a los derechos tan duramente conquistados que ahora se ven amenazados. Hoy toca acordarnos de ellos, reflexionar sobre su existencia y dar espacio para crear otros nuevos. 

Nuestro nombre, Ojalá, es evidencia de nuestro deseo compartido de comprender y poner de relieve actos de resistencia, pasados y presentes, de toda la región, y de seguir aferrándonos a la esperanza, a pesar de todo.

Fotos: Bia Borges

Bia Borges (São Paulo, 1998) es fotoperiodista y realizadora documental independiente. Su trabajo se enfoca en movimientos sociales, feminismo y derechos humanos en América Latina. Actualmente trabaja desde São Paulo, Brasil.

Colectiva editorial de Ojalá

La colectiva editorial de Ojalá se conforma por las editoras del semanario y nuestro consejo editorial.

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