Madres y familiares luchan por sus desaparecidos en Guerrero, México

Colectivos de búsqueda de madres y familiares de personas desaparecidas acuden a misa en la iglesia del Santuario de los Mártires en Chilpancingo, Guerrero, el Día de las Madres. Foto © Itzel Urrieta.

Reportaje • Marlén Castro • 15 de mayo, 2025 • Read in English

Gema Antúnez Flores tiene la certeza de que su hijo Juan Sebastián García Antúnez, a quien desaparecieron el 27 de febrero del 2011, está vivo. 

Esa certeza colocó a la enfermera en una encrucijada. 

Gema, de estatura baja y complexión menuda, dedica los fines de semana a la búsqueda de su hijo y de lunes a viernes trabaja de enfermera para solventar sus gastos de madre buscadora. 

Por la búsqueda de Juan Sebastián, entre 2011 y 2019, Antúnez Flores se unió a tres grupos diferentes del estado mexicano de Guerrero antes de ayudar a fundar el Colectivo de Familiares en Búsqueda María Herrera. 

Antúnez Flores quiere volver a ver a su hijo, recuperarlo, arrebatárselo a quienes lo tienen. Sabe dónde está y con quiénes. Y tiene el conocimiento pleno de cómo actuaría el crimen organizado si se plantearan recuperar a quienes trabajan para ellos.

Juan Sebastián tenía 22 años cuando lo desaparecieron, ahora tiene 36. Tiene 14 años en poder del crimen organizado. Antúnez Flores recibió información de que a su hijo lo utilizan como chofer. 

Antúnez Flores tiene otros dos hijos, quienes en estos 14 años hicieron su vida, tienen a sus parejas y a sus propios hijos. 

Nada que festejar

El Colectivo de Familiares en Búsqueda María Herrera se manifestó la tarde del viernes 9 de mayo, en Chilpancingo, para sumarse a la campaña “Nada que festejar” convocada por colectivos del país, en el marco del Día de las Madres.

El día siguiente, Antúnez Flores participó en la misa colectiva en la iglesia del Santuario de Los Mártires, ubicada en un terreno enorme en la cúspide de un cerro al este de la ciudad. La misa fue dedicada a las madres buscadoras y al sacerdote José Filiberto Vázquez Florencio, coordinador del Colectivo de Búsqueda Minerva Bello, por su cuarto aniversario como sacerdote. Estos años de la búsqueda de su hijo y de otras hijas e hijos de quienes integran el colectivo María Herrera han transformado a Antúnez Flores.

Juan Sebastián tenía dos puestos de venta de hamburguesas y perros calientes. Era un emprendedor próspero de la venta de comida rápida. La noche que desapareció, se le acabaron los suministros en el puesto de hamburguesas que tenía en el centro comercial y, además, se le descompuso el carro. Iba caminando por la lateral del bulevar cuando Rodolfo Mena lo vio y le ofreció acercarlo a su destino. Los dos hombres desaparecieron esa noche.

Con el paso de los años, Antúnez Flores conoció de que esa noche a Mena lo seguían. Hoy, intuye que de pedir una operación de rescate, por la colusión que hay entre grupos policiacos y el crimen organizado, Juan Sebastián sería asesinado. Probablemente no sea una muerte rápida.

Cuando Antúnez Flores se enteró dónde estaba su hijo, se acercó a donde lo tienen y le tomaron muestras de ADN. “Sé que mi hijo está vivo, pero es mi deseo hallarlo muerto”, fue lo que se dijo a sí misma, por la seguridad de todas y todos los que forman su familia. 

Las muestras de ADN que pidió son para que las confronten cuando su hijo, el que la hizo madre, el que le dio tantas alegrías, resulte muerto. 

Los peligros de buscar

“Me levantaron dos veces por andar buscando a mi hijo y le pregunté directamente al líder del grupo que se lo llevó”, expone otra madre buscadora  en entrevista.

De acuerdo con la organización Iniciativa Mesoamericana de Mujeres Defensoras de Derechos Humanos, 19 madres fueron asesinadas para acabar con su tarea de buscar a sus hijos en México. En Guerrero ninguna madre buscadora ha sido asesinada. 

En mayo del 2023, falleció el buscador Mario Vergara Hernández de Huitzuco, Guerrero, supuestamente en un accidente laboral. Las buscadoras y buscadores tuvieron dudas de que su fallecimiento haya sido un accidente. Murió aplastado por material reciclado en el centro donde trabajaba, en Huitzuco, una ciudad peligrosa de la región Norte del estado. Para hallar a su hermano Tomás Vergara Hernández, Tommy, quien desapareció en 2012, Vergara Hernández se convirtió en un pionero de las búsquedas en campo. 

El nombre de esta segunda madre quedará en el anonimato porque su integridad está en riesgo. 

A su hijo lo desaparecieron en 2023. Él trabajaba en una empresa de cobranza, se lo llevaron cuando acudió a un domicilio a efectuar el cobro de una casa de empeño. 

La madre conocía la ruta de trabajo de su hijo. Cuando no regresó, fue a buscarlo a donde supo había ido. Así se enteró que se lo llevaron hombres armados que con toda la impunidad circulan en la pequeña ciudad donde entonces vivía, a todas horas del día. El nombre de esta ciudad queda bajo reserva para preservar la identidad de esta madre buscadora.

Entonces supo qué grupo del crimen organizado lo desapareció. Iba a hacer las búsquedas con su suegra o su cuñado. Dos veces, una unidad de esos hombres armados los interceptó, los subieron a la camioneta y los bajaron en parajes solitarios.

“Las dos veces pensé que era el fin”, contó.

Pero no. Los amenazaron que si los volvían a ver por ahí, les iba a costar muy caro. Entonces esta madre decidió llegar hasta arriba, hasta la cabeza de este grupo criminal. 

“Me puse afuera de la casa de ese hombre pidiendo hablar con él, me ignoraba siempre, pero yo ahí estaba afuera y la gente me veía y sabía por qué estaba yo ahí”, dijo.

Finalmente, el jefe criminal aceptó platicar con ella. Aunque sin resultados. Le aseguró que ellos no se habían llevado a su hijo. 

Ella volvió otras tres veces a aportarle información que corroboraba que sí había sido una célula de este grupo. El líder criminal siempre lo negó.

Después de la cuarta vez, le advirtieron que si regresaba, se despidiera de todos. 

Dejó de buscar por su cuenta y se unió a un colectivo. Este 10 de mayo participó en la misa a las madres buscadoras, en la que estuvieron alrededor de 20 madres integradas a los colectivos María Herrera y Minerva Bello. En la misa, el sacerdote Velázquez Florencio pidió a los grupos criminales dejar de desaparecer y aportar la información para que las madres hallen a sus hijos. 

En cuatro años de ordenamiento sacerdotal, Vázquez Florencio ha mediado entre grupos del crimen organizado durante la larga crisis de violencia en la ciudad. Tiene medidas cautelares. Se traslada en camioneta blindada y con elementos de seguridad. Ya sufrió un atentado. 

Desaparecidos en las entrañas del estado

Brayan Maximiliano Ángel Jiménez recibió el 9 de mayo la noticia de que el cuerpo de su padre, Damián Ángel Jiménez, desaparecido en noviembre del 2018, fue identificado.

La experiencia de Ángel Jiménez, quien también es integrante del Colectivo María Herrera, representa la crudeza de la crisis humanitaria de los desaparecidos en México. Seis meses después de la desaparición de su padre, perdió el rastro de su madre, Marla Jiménez Carachure. 

El entonces joven de 22 años, quien estudiaba Ingeniería, abandonó la universidad para ponerse a trabajar y ser el sostén de sus dos hermanos menores, uno de ellos una niña con autismo. 

Como coordinadora del Colectivo Familiares en Búsqueda María Herrera, Antúnez Flores fue la que dio la noticia a Ángel Jiménez y a los demás integrantes de que la Fiscalía General del Estado (FGE) le había confirmado la identificación de los restos de su padre.

El cuerpo de su padre Damián fue encontrado por la Fiscalía cerca de Amojileca, una pequeña comunidad de Chilpancingo, tan solo tres días después de su desaparición, en noviembre del 2018. Lo buscaron seis años en hospitales, en cárceles y en fosas mientras su cadáver estuvo apilado en el Servicio Médico Forense (Semefo). 

En estos años, el carácter de Ángel Jiménez se transformó. Hoy habla poco o casi nada. La tarde que le dieron la noticia de que su padre ya había sido identificado no quiso leer frente al público la confirmación escrita.

Al padre de Ángel Jiménez se lo llevaron hombres armados de su casa, en la colonia Vista Hermosa, al poniente de la ciudad. Su madre, Marla, fue desaparecida cuando viajaba en el trayecto de Chilpancingo a Acapulco.

Buscar en medio de la guerra

En el estado de Guerrero existen nueve colectivos de madres buscadoras: las madres y padres de los 43, el Colectivo Familiares en Búsqueda María Herrera, el Colectivo de Familiares de Desaparecidos y Asesinados del País Guadalupe Rodríguez Narciso, Colectivo Siempre Vivos de la Montaña Baja, Colectivo Madres Igualtecas, Los otros Desaparecidos de Iguala, Colectivo Luciérnagas de Tlapa, Familias de Acapulco en Busca de sus Desaparecidos y Colectivo Guerrero No+Desaparecidos. 

Varios de estos colectivos realizaron actividades por separado para sumarse a la jornada nacional Nada que festejar. 

La tarde del 8 de mayo, el Colectivo Guerrero No+Desaparecidos marchó del memorial de los desaparecidos en la Alameda Granados Maldonado hacia la parroquia de la Santa Cruz, en donde celebraron una misa. 

El Colectivo de Familiares de Desaparecidos y Asesinados del País Guadalupe Rodríguez Narciso se manifestó junto con los estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, la mañana del sábado 10 de mayo en el antimonumento a los 43 , en el punto conocido como Asta Banderas en Chilpancingo.

Este colectivo reprochó a la gobernadora Evelyn Salgado Pineda minimizar el tema de las desapariciones. “Cuatro mil personas desaparecidas no son hechos aislados”, dijeron.

Cristina Bautista Salvador, madre de Benjamín Ascencio Bautista, normalista de Ayotzinapa, insistió que las madres y padres de los 43 no tienen nada que festejar desde el 2014 que desaparecieron a sus hijos.

En entrevista vía telefónica, lamentó que las y los jóvenes continúen desapareciendo, que todos los días se sumen más familias a este sufrimiento que enfrentaron ellas en septiembre del 2014.

Marlén Castro

Marlén Castro es originaria del estado de Guerrero, al sur de México, con 30 años de ejercicio periodístico, en donde cubre principalmente temas de derechos humanos relacionados con los efectos, sociales, ambientales y de salud en las comunidades, a causa de los proyectos extractivistas. Actualmente es coordinadora general del medio digital Amapola Periodismo.

Marlén Castro is a native of Mexico's southern state of Guerrero and has 30 years of experience in journalism. She mainly covers human rights, specifically the social, environmental, and health effects of extractive projects on local communities. She is currently the general coordinator of the digital media Amapola Periodismo.

Previous
Previous

La ‘Pax Narca’ en Chiapas

Next
Next

La comunidad de la costa oaxaqueña que se apropió del turismo