Aprendizajes de autonomía feminista en Bolivia

Ilustración digital por @Pazconadie para Ojalá.

Opinión • Angélica Becerra Brito y Claudia López Pardo • 29 de agosto, 2025 • Read in English

La rebeldía de las mujeres y feministas bolivianas, en estos casi 10 años, se ha sostenido en las distintas envolturas y capas de las crisis, desde ahí ha brotado. 

El proceso electoral el 17 de agosto hizo estallar el anterior esquema de polarización política entre un Movimiento Al Socialismo (MAS) cada vez más roto y una derecha tradicional, dejando el siguiente saldo: una segunda vuelta entre dos fuerzas políticas con el mismo trasfondo neoliberal.

En este contexto se profundizan las crisis superpuestas y otras dimensiones de la guerra patriarcal se trasladan más allá del parlamento. Nosotras nos tomamos un tiempo para hacer un balance desde Bolivia de nuestras rebeliones, en diálogo con Verónica Gago y Raquel Gutiérrez.

El hilo conductor son nuestras prácticas autónomas. Con esa hebra queremos explorar la reapropiación como despliegue de luchas concretas y formas de rebeldía, desde las geografías de Cochabamba y Santa Cruz, en un contexto en el que experimentamos la hostilidad que normaliza las formas fascistas de la política en la vida cotidiana. 

Reconocemos nuestros feminismos sin olas ni mareas, sino más bien como ríos y curichis (pantanos) que se conectan para ser furia contra las violencias machistas, el sistema judicial patriarcal, los conservadurismos, los patronajes y la manipulación estatal. Escapamos a las lógicas que colocan como principal horizonte el estado, desplazándolo como centro organizador de lo político. 

Fuerza, autonomía, reapropiación

El despliegue de la fuerza autónoma carga una clave central cuya reflexión contiene la palabra reapropiación

Por largas décadas, las feministas institucionales organizaron las agendas de las mujeres urbanas con un abordaje limitado desde el dispositivo “ciudadano”. Nos instalaron en lugares de demanda estatal, en una sociedad con múltiples problemas estructurales. Dicha sectorialización de las mujeres es un hecho fundamental que los feminismos autónomos cuestionamos desde las claves comunes que desarrollamos en nuestra historia reciente de lucha.

Entre 2016 y 2017, feministas del sur y de México impulsaron una politicidad territorial contra la violencia feminicida, dando lugar a una movida autónoma en varios lugares. Acá en Bolivia, el despliegue comenzó con el cántico “estamos hartas” y se tradujo en la reapropiación de fechas históricas como el 8 de marzo (8M), día internacional de la mujer, y del 25 de noviembre (25N), día en que se conmemora la lucha por la eliminación de la violencia machista. 

Las calles se transformaron en espacios de lucha, encuentros y asambleas abiertas, donde se producen balances agudos, palabras politizadas y estrategias enraizadas en lo cotidiano y en la realidad de cada cuerpo. 

A diferencia de las formas heredadas de las izquierdas, estos espacios comunes ensayan la diferencia, la escucha y nuevas formas de organización. Las colectividades que brotan en esos lugares abiertos son diversas, subterráneas y cambiantes, y sus lemas se renuevan cada año.  En años pasados las feministas autónomas de Santa Cruz decíamos: “Territorios liberados de fascismos y patriarcado”. 

Este año, en Cochabamba marchamos tras una manta que decía: “Atentxs fascistas Kocha es feminista”.

Ese cúmulo de deseos posteriormente tomará la forma de ríos en los momentos desplegados. En estas corrientes se traman acciones rebeldes y creativas contra las instituciones de la injusticia patriarcal. La furia se hace ardiente y la rabia, cuerpo viviente contra la policía cómplice.

Un indicio importante de este tiempo es la articulación entre los feminismos autónomos y la movida disidente. Se desborda lo LGBTIQ+, se construyen alianzas heterogéneas. 

La inclusión de politicidades no heteropatriarcales lésbicas y trans a la lucha autónoma pone en crisis a la institucionalidad del mundo de las ONG y cuestiona la heterosexualidad obligatoria de una sociedad conservadora como la boliviana.

Feminismo contra las violencias machistas

El 2017 y el 2018 en Cochabamba fueron años de imaginación, de acumulación de fuerza creativa y organizativa que retoñaron en frutos concretos. La experiencia organizativa proviene del esfuerzo del feminismo subterráneo que echa raíces en lo autónomo y autogestivo en años anteriores.

En 2019, la consigna “No tenemos miedo, tenemos fuego” señalaba las injusticias y el largo camino por la politización de la lucha contra las violencias. Ese año, una estruendosa disonancia se produciría en Bolivia por la crisis política y la guerra patriarcal entre Evo Morales y una derecha ultraagresiva y conservadora. 

La crisis política fue una base importante para el feminismo autónomo cochabambino, cuyos esfuerzos se encaminaron a denunciar el fuerte avance del fascismo entre 2019 y 2020. 

La afirmación de la clave autónoma permite la autodefensa frente al chantaje de las izquierdas que tambalean por salvar al estado. Nuestro posicionamiento es claro: los cuerpos de las mujeres no serán la trinchera de la guerra patriarcal. 

Del 2021 al 2023, la lucha desplegada se centró contra las instituciones de la injusticia patriarcal. La ampliación de los deseos de justicia para las mujeres y feministas es vital en la lucha. 

Los grandes esfuerzos de la movida cochabambina por desbordar la trampa de la sectorialización señalan que la crisis económica produce precariedad no solo laboral: sus propulsores atentan contra la reproducción vital cotidiana con violencia machista. En 2024, las discusiones se plasmaron en la consigna: “Mujeres y disidencias rebeldes organizadas frente a la precarización de la vida”.

Hoy, una contraofensiva disciplinadora quiere erosionar todo lo que se ha transformado en los años de despliegue. Tras meses de amenaza en 2025, la revancha antifeminista toma forma contra dos compañeras jóvenes imputadas por “daño al patrimonio” por demostrar a favor de Palestina. Los contenidos fascistas se ensañan contra las mujeres y su gran capacidad rebelde; la judicialización contiene censura y persecución. 

Lucha que se siembra y rebrota desde la furia 

En Santa Cruz, la violación grupal de cinco hombres jóvenes con poder contra una chica de 18 años, avivó inéditas formas organizativas de lucha feminista que iniciaron a finales de 2018.  Los tejidos feministas y autónomos se rebelaron contra el pacto patriarcal, el disciplinamiento y la guerra contra las mujeres en la región. 

La rabia contra la “tropa violadora” lo desbordó todo. Nuestros feminismos tomaron las calles, ese vital espacio público del que las lógicas masculinas han querido despojarnos. Rechazamos el machismo camba (propio de la región de Santa Cruz) arraigado en prácticas culturales violentas, así como los efectos de las políticas económicas y patronales extractivistas.

A partir de este tiempo se plantearon formas de justicia desde abajo, y en medio de la ofensiva reaccionaria nuestras luchas irrumpieron desde lo cotidiano. 

Mirar los registros de los últimos 10 años, las pancartas y manifiestos, nos pone a pensar en un ciclo de rebrote feminista. Nos hace sentido la trama rebelde que persiste en renacer continuamente en una Santa Cruz fascistizante. 

Muy posiblemente este tiempo nos preparó para lo que meses después vino a arder: el fuego extractivista que dejó al descubierto la violencia de un modelo de desarrollo cruceño ecocida basado en el despojo y saqueo, en alianza con el gobierno progresista y las redes de poder. 

Nombrar la guerra 

Desde los feminismos autónomos consideramos que las políticas extractivistas implementadas en Bolivia son formas de guerra. En diálogo con Silvia Federici, entendemos que la guerra no se hace solo con bombas y ejércitos, sino a través del despojo para destruir la vida humana y no humana. 

Hemos visto cómo la guerra patriarcal, expresada en las voces cívicas y los “patrones”, ha instalado discursos violentos que habilitaban la expansión de prácticas fascistas, la profundización de los conservadurismos y el control territorial. Las elecciones generales son parte de una guerra entre varones que entienden la política como un campo de conquista.

Por ahora, se vislumbran nuevos pactos y arreglos entre varones en disputa por el poder, que obedecen a la misma raíz del proyecto neoliberal. Esto anticipa reajustes económicos, mayor profundización extractivista y endeudamiento. 

Cuando a diario se hace más profunda la precarización de la vida, el cierre del denominado ciclo progresista en este país plantea la urgencia de reabrir el debate sobre la centralidad del estado. ¿Cómo cuidamos nuestra fuerza feminista y autónoma de la ofensiva y captura de las lógicas de guerra?

Mientras se activan nuestras claves de autodefensa aprendidas, estaremos atentas para resguardar nuestras comunidades y territorios afectivos de la avanzada neoliberal que pretende reforzar el proceso de fascistización. 

Angélica Becerra Brito y Claudia López Pardo

Angélica Becerra Brito

Investiga y escribe desde Santa Cruz sobre las violencias territoriales y fascistizantes. Acompaña procesos de lucha junto a pueblos indígenas de Tierras Bajas de Bolivia e integra distintas tramas de resistencias de mujeres y feministas.

Santa Cruz based researcher who works on territorial violence and fascism. She accompanies Indigenous struggles in Bolivia’s lowlands and is part of various weavings of women and feminists.

Claudia López Pardo

Vive en Bolivia. Hace parte de tejidos y luchas antipatriarcales. En Ojalá, escribe de forma situada sobre las luchas de los feminismos renovados.

Lives in Bolivia. She’s a part of anti-patriarchal weavings and struggles. At Ojalá, she writes about the struggles of renewed feminisms in a situated way.

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