Los cuidados frente a la prisión política en Oaxaca
A la orilla del océano, las mujeres de Eloxochitlán se preparan para marchar al juzgado de Boca del Río, Veracruz, en septiembre, 2025. Foto © Axel Hernández.
Reportaje • Madeleine Wattenbarger y Axel Hernández • 18 de septiembre, 2025 • Read in English
Con antorchas incandescentes a la orilla del mar, las mujeres del colectivo Mazatecas por la Libertad comenzaron su marcha hasta el edificio del Poder Judicial de Boca del Río, Veracruz. El pasado 2 de septiembre instalaron un campamento en la ciudad costera para exigir que termine la tortura jurídica que el Estado mexicano ha ejercido contra ellas por más de una década.
Acompañadas de algunas infancias de su comunidad y de personas solidarias con su lucha, encendieron sus llamas para demostrarle al Estado mexicano, a su Poder Judicial y a los caciques de Eloxochitlán que su lucha por la libertad está más encendida que nunca.
La organización comunitaria y el cuidado colectivo han sostenido, desde hace más de 10 años, la larga lucha de las Mazatecas por la Libertad, el colectivo de mujeres indígenas de Eloxochitlán de Flores Magón, Oaxaca conformado por familiares de 21 presos políticos liberados luego de años de lucha.
Desde entonces se ha movilizado para exigir el fin de la criminalización de su comunidad. Ahora, estas mujeres se enfrentan al recrudecimiento de la persecución, viéndose obligadas, además, a trasladar su resistencia a otro estado de la República, pues recientemente sus casos fueron asignados a jueces de Veracruz.
El plantón es el capítulo más reciente en un largo proceso de criminalización de la comunidad. Obtuvieron la libertad de sus últimos presos políticos en junio del 2024. A inicios de 2025, el colectivo anunció su intención de luchar por el retorno de 14 personas desplazadas de sus hogares.
Poco después, el 30 de marzo de 2025, el Tribunal Superior oaxaqueño emitió más de 200 órdenes de aprehensión contra 56 personas indígenas mazatecas, entre ellas algunos de los ex-presos y ocho mujeres, en su mayoría de la tercera edad, que han estado activas en la lucha.
Tanto los presos, las personas desplazadas y las mujeres del colectivo defienden el autogobierno en el pueblo, cuyos aproximadamente 4.000 habitantes se dedican en su mayoría a cultivar maíz y café, y que históricamente se han regido por una asamblea comunitaria bajo el sistema de usos y costumbres. Las familias que participan en este sistema autónomo enfrentan acoso y la fabricación de delitos por oponerse a los abusos de Manuel Zepeda, quien mina piedra y arena del río Xangá Ndá Ge para la venta comercial.
En un estado donde la tradición de autogobierno indígena se mantiene firme frente a intentos de los partidos políticos e industrias extractivistas de incurrir en las comunidades, la familia Zepeda tiene fuertes vínculos con el poder político oaxaqueño.
Zepeda fue el primer presidente municipal en Eloxochitlán que contó con el respaldo de partidos políticos, a diferencia de líderes previos cuya legitimidad yacía en su trayectoria de trabajo comunitario en el pueblo. Desde que inició el proceso de criminalización, su hija Elisa Zepeda ha ascendido en el ámbito político, ahora fungiendo como diputada de Morena en Oaxaca.
La maestra Eusebia Zepeda prepara alimentos en una cocina improvisada que instalaron en el plantón de Boca del Río, Veracruz, en septiembre, 2025. Foto © Axel Hernández.
Resistiendo juntas y en comunidad
En noviembre del 2021, las Mazatecas por la Libertad se vieron orilladas a cambiar sus hogares entre la neblina y los cafetales de la Sierra Mazateca, por las tiendas de campaña que instalaron en una banqueta de la avenida Insurgentes Sur, en la Ciudad de México. Se plantaron afuera del Consejo de la Judicatura Federal para exigir la libertad de ocho presos políticos de su comunidad. Ahí se quedaron más de dos años.
Instalarse en las calles de la capital hizo visible su lucha para cientos de personas que día a día pasaban junto al plantón y las muestras de solidaridad no tardaron en llegar. Con ayuda de vecines de los Pedregales de Coyoacán, organizados en defensa del agua y el territorio, las mazatecas comenzaron a habitar el sur de la CDMX. Conocieron así el tradicional mercado de la Bola, en la colonia Ajusco, lugar idóneo para adquirir los insumos del sustento cotidiano, ubicaron la tortillería más cercana y entablaron una amistosa relación con el repartidor de agua local.
Encontraron en sus saberes cotidianos herramientas que les permitieron adaptarse y sostener su movilización. “Habilidades como, por ejemplo, leñar [la práctica tradicional de juntar combustible para encender una fogata], ese es un potencial de sobrevivencia”, dice Argelia Betanzos, abogada que ha impulsado la defensa jurídica por la libertad de Eloxochitlán. “Vamos a cualquier plantón, instalamos el anafre o los ladrillos, la leña y ¡a darle!”.
Entre las mujeres que cuentan con órdenes de aprehensión está la madre de Betanzos, Eusebia Zepeda. La maestra rural jubilada ha estado al centro de la lucha mazateca para exigir la libertad de su esposo Jaime Betanzos Fuentes, también maestro jubilado, integrante de la asamblea y una figura clave en la articulación de la comunidad, que fue preso por casi una década bajo cargos fabricados y liberado en septiembre del 2023.
El plantón, que tiene profundas raíces en las prácticas de autonomía indígena, evocó en la maestra Eusebia —como prefiere que se le llame— sus años de aprendizaje y militancia en el normalismo rural en los años setenta. A sus setenta años de edad, recuerda con emoción las experiencias que le marcaron políticamente, como la vez que en Tlapacoyan, Veracruz, acamparon junto a campesinos que defendían sus tierras ante el intento de despojo por parte de un grupo caciquil.
Ya como docente, Eusebia se integró a la lucha magisterial de Oaxaca que, en defensa de la educación pública, históricamente ha realizado plantones como forma de presión política al estado. Todas esas experiencias le fueron de utilidad en la Ciudad de México. Mientras trabajadores de la Judicatura Federal entraban y salían de la sede de este organismo, ella y sus compañeras mantenían prendido el fogón y el café caliente, un símbolo de la hospitalidad de la sierra trasladado al corazón de la metrópoli.
“En Eloxochitlán, casa donde llega uno, nos invitan un cafecito, y si no tienen listo el cafecito dicen: ‘Espérense a que hierva el café’”, explica Eusebia. “No importa si es de mañana, si es de medio día o si es de tarde, si hace calor o si hace frío, el café se toma en todo momento. Entonces, esto es la vida que se vive en una comunidad indígena”.
A través de esa generosidad sostuvieron su protesta: cuando los familiares de los presos viajaban al plantón, traían café y frijoles de su cosecha.
Los jóvenes de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Escuela Nacional de Antropología e Historia llegaban al plantón con pan, galletas, bolsas de arroz y otros alimentos que recolectaban entre el estudiantado.
Betanzos destaca que medios libres como la Ké Huelga Radio y Radio Zapote jugaron un papel clave en amplificar la voz de su resistencia.
“A partir del plantón, nuestra voz tenía otro valor, tenía otra validez, tenía otra forma de ser recibida”, dijo Betanzos en entrevista con Ojalá. “Las personas que llegaron al plantón empezaron a escucharnos directamente, a conocernos directamente, y ya no a través de intermediarios, mucho menos a través de la voz del Estado, y eso marcó la diferencia”.
Vecines y estudiantes en solidaridad en el plantón de las Mazatecas por la Libertad al exterior del Consejo de la Judicatura Federal, Ciudad de México, en septiembre, 2023. Foto © Axel Hernández.
La lengua, la guardiana de la identidad Mazateca
La voz de las mujeres en resistencia en Eloxochitlán, hasta entonces ignorada, irrumpió en la cotidianidad hispanohablante de la Ciudad de México, pues las mujeres en plantón escogieron su lengua materna como estandarte de su lucha.
“Decidimos hacer de nuestra lengua un arma”, dice Betanzos, quien estima que en Eloxochitlán el 90 por ciento de los habitantes hablan mazateco.
En entrevista, detalló las razones detrás de reivindicar este idioma: “En tu propia lengua está tu historia, tu origen y las formas de resistir, en el propio idioma, en el propio lenguaje está sugerido cómo te vas a alimentar, cómo te vas a sanar, cómo te vas a defender.”
La relación del pueblo mazateco con su territorio es tan profunda que está presente incluso en el concepto Íchjín Nguixó, que usan para autodenominarse. Se traduce al español como la gente del cerro y el agua, según Betanzos.
Las y los mazatecas no conciben su existencia sin los cerros y sin el agua, en su relación con la tierra está un elemento central en su cosmovisión. Nandá, la palabra que usan para referirse al agua, tiene un doble significado relacionado a la madre creadora.
Esa fuerza materna se ve amenazada por la extracción semiindustrial de material pétreo del río con la que el cacique Zepeda ha incrementado su influencia política y económica en la región. Su riqueza se ha acumulado a costa de la devastación del caudal del río y la disminución del suministro de agua para el pueblo.
“La madre tierra ya se enojó. El río, que es la mamá de todos los arroyitos, de los ojitos de agua, ya está molesta. Se van secando”, dice Martha Betanzos Fuentes. La hermana de Jaime Betanzos y madre del expreso político Miguel Peralta, que estuvo preso cinco años, también participó en el plantón de la Ciudad de México.
Parte de defender el territorio es recuperar la gobernanza por usos y costumbres que la asamblea comunitaria lleva décadas construyendo. Ni siquiera usando violencia armada y jurídica, ni con el respaldo de Morena, hoy el partido hegemónico, el cacicazgo de la familia Zepeda ha podido detener la resistencia mazateca.
Con casi 100 personas plantadas afuera del juzgado federal de Boca del Río, Veracruz, la resistencia Mazateca fue celebrada el 3 de septiembre al ritmo de las cumbias, aporte de las Musas Sonideras y del grupo Nawal de Arrabal, que viajaron desde la Ciudad de México para acompañar esta lucha.
Al juez Mario de la Medina Soto no le quedó otra opción más que salir a recibir a las manifestantes y escuchar sus exigencias.
Con eso, y luego de acampar durante dos calurosas noches, las mujeres regresaron a Eloxochitlán, donde siguen esperando una resolución judicial que permita el retorno seguro a sus tierras y una vida en libertad.