La sed de guerra une los gobiernos de México e Israel
Una persona vendedora de globos con un globo de una sandía representa los lazos de solidaridad y lucha entre los pueblos palestinos y mexicanos. Mezzotinta en una técnica de grabado en placa de cobre © ChikaMineral.
Opinión • Ramón I. Centeno y Dawn Marie Paley • 17 de octubre, 2025 • Read in English
Sin aclarar sus próximos pasos, los líderes más déspotas que han tenido Estados Unidos e Israel en mucho tiempo —lo cual es decir bastante— decidieron parar el genocidio en Gaza exigiendo al lado palestino poco menos que su rendición incondicional. Apenas está empezando a llegar comida a Gaza y ya están volando los buitres: empresas gringas, israelíes, europeas y de los países del Golfo, buscando especular y lucrar con la supuesta paz.
“Lo llaman paz, pero para los palestinos corre el riesgo de ser lo peor del apartheid”, escribió Francesca Albanese, Relatora Especial de la ONU en los territorios palestinos de la tregua anunciada.
Aunque sigue sin resolverse la cuestión palestina, el cese de fuego en Gaza ofrece por lo menos un respiro tras más de dos años de guerra, bombardeos y la falta incesante de las necesidades básicas de la vida. Palestina sintetiza tantos problemas actuales que resulta crucial comprender cómo Israel está inserto en la política internacional y más cerca de nosotros de lo que creemos.
Apenas unas semanas antes del cese al fuego, Claudia Sheinbaum describió la guerra en Gaza como un genocidio. Poco antes, su administración reconoció la existencia del Estado de Palestina y su embajada en México.
Es un avance sobre la postura del sexenio anterior, que se limitaba a reafirmar el “apoyo a Palestina para ser miembro de pleno derecho de la ONU”. Desde marzo, el personal diplomático palestino cuenta con títulos oficiales y la mandataria mexicana se tomó la foto con la primera embajadora palestina en México, Nadya Rasheed.
Pero, como en muchas otras cuestiones, el populismo mexicano se ha caracterizado por actos simbólicos que tienen poco efecto en las cuestiones de fondo. El discurso suele ser combativo; la práctica, mesurada. La cuestión de Palestina confirma este patrón.
México está demasiado cerca del Estado colonialista de Israel, con el que mantiene una estrecha colaboración. Si bien el movimiento popular propalestino, que sigue movilizado de Tijuana hasta San Cristóbal de las Casas, exige un fin al genocidio y la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel, eso está lejos de ocurrir.
Israel tiene una embajada, una oficina de comercio y cuatro consulados honorarios en México, y promueve activamente sus empresas, que en su conjunto vienen a vender más guerra con el respaldo total del gobierno y ejército mexicanos.
La sed, la ganancia y el despojo
México estableció relaciones con Israel en 1952 y es su principal socio comercial en Medio Oriente. México, a su vez, se ha convertido en el segundo socio comercial de Israel en América Latina, después de Brasil.
México e Israel firmaron un tratado de libre comercio en el año 2000. El presidente de la Cámara México-Israel de Comercio e Industria expresó hace algunos meses que hay mucha unión y sintonía entre Israel, las élites empresariales y el gobierno de México ante el tema de aranceles.
Hoy la Cámara México-Israel de Comercio e Industria promueve la inversión y “la experiencia de Israel” en cuatro áreas: agricultura y agrotecnología, energía renovable, salud y biotecnología y “seguridad y defensa”.
El papel de empresas israelíes en proyectos de agua es particularmente revelador.
En 2023, supimos de un megaproyecto propuesto por la empresa israelí IDE Technologies que propone una planta desalinizadora en Puerto Peñasco, Sonora.
De llevarse a cabo, constituiría una grave amenaza para el Golfo de California y la gente del lugar, pues se propone llevar el agua desalinizada entubada hasta Phoenix, Arizona. Nos esforzamos en pensar en un proyecto más colonial, pero la verdad no se nos ocurrió ninguno que lo supere.
Aunque el proyecto en Peñasco no ha avanzado, IDE Technologies tiene fuertes vínculos con el Estado mexicano. Ya ha captado parte del presupuesto público: durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, construyeron una planta desalinizadora junto a la refinería Dos Bocas en el estado de Tabasco.
Hay varias empresas israelíes dedicadas al tratamiento y desalinización de agua en México, entre ellas Mekorot, la empresa estatal de agua que ha generado consternación y protesta en Argentina y otros países de América Latina.
Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, Mekorot estableció convenios de cooperación con la Comisión Nacional del Agua en México.
Del lado de los capitalistas mexicanos, destaca la compañía Orbia, antes llamada Mexichem, dueña del 80 por ciento de la firma israelí Netafim desde 2018.
Dedicada a la irrigación por goteo para la agricultura en zonas áridas, Netafim es la empresa más grande en su tipo en el mundo. Entre sus negocios está la irrigación de tierras robadas a los palestinos en Cisjordania, beneficiándose directamente de la ocupación israelí.
Según una auditoría, alrededor de la cuarta parte del activo fijo de Orbia se localiza en Israel (sin especificar cuánto en tierras ocupadas). Por su parte, Albanese, de la ONU, ubica a Netafim entre las empresas que lucran con la “economía de la ocupación”.
En palabras de Albanese, la empresa “ha diseñado su agrotecnología de acuerdo con los imperativos de expansión de Israel… Netafim se autocalifica de innovador sostenible mientras perfecciona técnicas ancestrales de explotación colonial”.
Especialistas en control armado sobre los territorios
Muchos países en el mundo son clientes de la tecnología y los servicios militares israelíes, los cuales se desarrollan en la ocupación de Palestina para comprobar su eficacia.
A nivel mundial México se destaca como el “usuario más prolífico de Pegasus”, programa desplegado desde el estado para la vigilancia del cual es dueña la empresa israelí NSO Group. Aquí, Pegasus ha sido usado por el ejército para vigilar a activistas de derechos humanos, periodistas e investigadores de crímenes de lesa humanidad.
Al menos desde 2008, el ejército mexicano compra equipo militar israelí para vigilancia. Desde el inició de la “Cuarta Transformación” en el 2018, el gobierno mexicano ha adquirido más de 50 millones de dólares en equipo y servicios de empresas armamentistas israelís, entre ellas Elbit Systems, Israel Aerospace Industries y Rafael Advanced Defense Systems.
Elbit Systems, el principal productor de armamento israelí, confirma en su web que México compra su dron Hermes 900 y también lucra con el muro y la vigilancia en la frontera con EEUU.
Además, Elbit afirma tener en México una academia de entrenamiento militar que ofrece “soluciones integrales para agencias de gobierno, ejército, fuerzas especiales y policía”. En octubre, bajo presión por el regreso de seis activistas mexicanxs que habían sido interceptadxs y deportadxs por su participación en la Global Sumud Flotilla, Sheinbaum negó que siga habiendo entrenamiento militar israelí en México.
En septiembre, el gobernador de Oaxaca Salomón Jara Cruz presidió una ceremonia festejando la entrega de fusiles de la empresa Israel Weapon Industries a la policía del estado. En la ceremonía dijeron que la compra fue realizada por medio del secretario de la Defensa, algo que luego fue negado por la presidenta, quien dijo que eran contratos firmados desde los estados relevantes.
Tengamos claro que lo que practica Israel no es defensa, es ocupación y genocidio. Es fácil imaginar que esos fusiles terminen sirviendo como arma contra el pueblo oaxaqueño cuando se organiza por sus territorios y por la vida.
Gobiernos que no tienen un carácter progresista ya han suspendido la compra-venta de armamento a Israel, una acción mínima para tratar de frenar su capacidad de matar. Pero México no. Aquí se siguen usando fondos públicos para la compra de armas de parte de empresas israelís.
Y se hace mientras se habla de paz, con sello guinda humanista.