Escribir en una lengua sin lectores
Acuarela original para Ojalá por Zinzi Sánchez.
Entrevista • Ana María Betancourt Ovalle • 11 de junio, 2025 • Read in English
Yásnaya Aguilar inicia sus ensayos sin titubear. Su ensayo No siempre fuimos indígenas comienza con un acto de resistencia: escribe en ayuujk, la lengua del pueblo mixe, una comunidad indígena de aproximadamente 100,000 personas en las tierras altas del este de Oaxaca, México.
"Akäts, ka’t y’ayuujk, ka’t ja ayuujk tkajpxy. Pëmëte’ep ää ayuujk mejts mkajpxy, ka’t ëjts nnëjäw, ja’y ëjts nnëjäw ku akäts mejts”.
Luego, ofrece una traducción.
"Los sistemas de opresión sirven muchas nociones de identidad en bandeja, listas para el consumo. No supe que era indígena hasta que me mudé a la Ciudad de México. No supe que era indígena hasta que aprendí español”.
Aguilar es una autora, activista y traductora mixe. Ha luchado por preservar las lenguas en peligro de extinción, incluida la suya. Tiene una relación complicada con el español. Cuando era niña en Oaxaca, sus maestros de primaria le golpeaban las manos con una regla cada vez que hablaba en ayuujk y la reprendían, diciéndole que solo debía hablar español.
Ahora, su resistencia se ha transformado en la escritura de relatos poéticos y textos en su lengua materna. Mientras estudiaba Lengua y Literaturas Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México en 2004, aprendió gramática del español y del latín, pero se dio cuenta de que ni siquiera sabía cuántas vocales tenía el ayuujk.
“El estudio de la lingüística hizo que me preguntara más sobre mi propia lengua, que conociera procesos de escritura y de reivindicación de la lengua en mi región”, dice Aguilar en una entrevista con Ojalá en la universidad Lehman College, en el Bronx. “Ahí fue cuando me di cuenta de cómo se daban los fenómenos poéticos en mi propia lengua”.
Según The Language Conservancy, el número de lenguas habladas en el mundo ha disminuido constantemente desde 1950. En promedio, nueve lenguas son desaparecidas cada año, una cada 40 días. La familia de lenguas mixes, que incluye el ayuujk, está entre las que están en riesgo.
Las repúblicas y la erradicación de los idiomas
Antes de la llegada de los españoles a México, solo los tlacuilos —escribas en el valle de México y la región mixteca— sabían leer y escribir mediante pictogramas. Las comunidades indígenas transmitían sus historias principalmente a través de la tradición oral, en lugar de la escritura.
La colonización no solo amenazó las tradiciones orales, sino también las lenguas nativas y las prácticas indígenas. Tras la independencia de México en 1821, las políticas gubernamentales prohibieron las lenguas indígenas en la educación formal, lo que las puso en mayor peligro.
Aguilar defiende el multilingüismo y argumenta que deberíamos fijarnos en las causas de la desaparición de las lenguas.
“Para que una lengua desaparezca, se necesita haber violado sistemáticamente los derechos humanos de las personas que la hablan”, dice Aguilar. “Por eso me interesan las lenguas, pero me interesan más sus hablantes. Las lenguas naturalmente existirán si no hay opresión”.
El 28 de febrero, Aguilar viajó a Nueva York desde Oaxaca con su esposo, el músico Benjamín Kumantuk, para un concierto y un conversatorio sobre la importancia del multilingüismo. Ese mismo día, Donald Trump firmó una orden ejecutiva que declaraba al inglés como la lengua oficial de Estados Unidos.
En Estados Unidos, aproximadamente una de cada cinco personas —es decir, unos 67.8 millones de personas— hablan un idioma distinto del inglés en casa, según la Oficina del Censo.
Aguilar tiene una postura clara sobre las implicaciones de estas políticas.
“Decisiones como la de Trump implican una serie de violaciones a los derechos lingüísticos y, por lo tanto, de los derechos humanos de las poblaciones inmigrantes”, dijo. “Cualquier futuro esperanzador es multilingüe. Si el futuro es monolingüe, es fascista”, afirma.
Mantener vivo el mixe
Aguilar mantiene vivo el ayuujk a través de lo que el mundo occidental llama literatura, pero ella prefiere referirse a su trabajo como piezas verbales o poéticas. Rechaza la etiqueta de literatura porque sus creaciones van más allá del papel: no están institucionalizadas, no se venden en el mercado y viven en la memoria de quienes las escuchan.
“Cuando sacamos materiales escritos en mixe, necesitamos cerrar todo el círculo de la creación de lectores. Es decir, primero enseñar a leer en mixe y luego producir y distribuir el libro entre esos lectores”, explica Aguilar. “Como el Estado no nos alfabetiza en nuestra propia lengua, no podemos simplemente distribuir libros cuando no hay lectores”.
Aguilar, de 43 años, ha escrito 10 libros como La conquista en el presente, Lo lingüístico es político y Un nosotrxs sin Estado. En sus obras se cuestiona a quién le sirven los discursos políticos nacionalistas y colonialistas y las formas de desafiarlos a través de las lenguas no hegemónicas. Pero duda en llamarse a sí misma escritora. Prefiere ser conocida como narradora o simplemente como una mujer con el don de la palabra. Su trabajo rara vez encaja con la noción occidental del autor como un genio poético.
“Lo que la gente llama tradición oral, yo prefiero llamarlo tradición de la memoria. Las historias no desaparecen cuando alguien deja de contarlas, sino que viven en la memoria colectiva”, dice. “Cada vez que una historia se vuelve a contar, se transforma. A diferencia de la literatura occidental, donde cualquier intervención podría derivar en una demanda por derechos de autor”.
Para el pueblo mixe, la narración de historias es inseparable de la música y las artes visuales. Los relatos funcionan como instrumentos dentro de una composición musical más amplia. Por eso, Aguilar y Kumantuk comparten la misma misión: mantener viva la cultura y la identidad mixe.
“Nuestro proyecto es parte de un resurgimiento musical en la región, donde los sonidos y relatos mixes tradicionales interactúan con influencias globales, como la música electrónica europea”, dice Kumantuk, trompetista de corno francés que busca generar diálogos entre tradiciones musicales domésticas e internacionales. “Esto nos da esperanza porque demuestra que no estamos congelados en el pasado: estamos creando para audiencias locales y globales”.
A medida que Aguilar gana reconocimiento, su lengua llega a nuevas plataformas. La publicación digital le permite conectar con comunidades de todo el mundo que enfrentan violencia monolingüística, pero también la expone a espacios donde el ayuujk es exotizado. Por eso, a veces le gusta mentir, como lo hizo en su texto No siempre fuimos indígenas.
“Me gusta hacer falsos bilingües. Muchas editoriales me piden trabajos bilingües, pero en realidad no les importa mi idioma, solo lo ven como un fetiche, un accesorio”, afirma Aguilar. “Así que cuando me piden textos bilingües, cambio el significado en mixe. Como no están prestando atención, ni se dan cuenta”.