El voto migrante en Chile está en peligro
Un hombre sale de la cabina luego de emitir su voto, durante las elecciones presidenciales en un local de votación en Estación Mapocho, en Santiago, Chile, el 16 de Noviembre de 2025 © Sofia Yanjarí.
Reportaje • Yasna Mussa • 27 de noviembre, 2025 • Read in English
La mañana del domingo 16 de noviembre, Sonia Teppa —68 años, venezolana, profesora de biología y doctora en Ciencias de la Educación— se levantó muy contenta y se arregló para ir a votar en Independencia, una comuna de la capital chilena.
Ese día se celebraban las elecciones presidenciales y parlamentarias que dieron por resultado un estrecho margen entre la candidata del oficialismo, Jeannette Jara, y José Antonio Kast, de la extrema derecha. Ambos pasaron a la segunda vuelta el 14 de diciembre, en la que se definirá quién gobernará Chile por los próximos cuatro años.
“Es una oportunidad tan bonita que uno pueda ayudar a seleccionar un buen candidato para este país que le ha dado tanto a los inmigrantes y más a los venezolanos”, dice Teppa en entrevista con Ojalá. “¿Cómo voy a dejar de ir a votar? Es un honor votar”.
Teppa, una mujer jubilada, no tenía entre sus planes quedarse a vivir en estas tierras australes. Pero en 2019 llegó para visitar a sus hijos y la pandemia de covid-19 cambió por completo su rumbo.
Residir en Chile por más de cinco años consecutivos le permitió votar por primera vez. Teppa es una de 886.190 personas provenientes del extranjero y con un lazo vital en este país habilitadas para participar de este ciclo electoral.
Las personas migrantes con derecho al voto estuvieron en la mira durante toda la campaña en debates y encuestas. Hoy, ese derecho —que en 2025 cumple 100 años— está en peligro.
Luego de un proyecto de ley reciente que restringiría el sufragio de migrantes, llegó una serie de promesas de campaña que aseguraban medidas como el cierre total de las fronteras y la expulsión masiva de personas sin papeles.
“Es un discurso centrado en el control de la frontera asociada como un lugar vulnerable por donde penetra el crimen organizado transnacional”, dice María Fernanda Stang, investigadora en el Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Juventud de la Universidad Católica Silva Henríquez en Santiago.
Explica que en pocos años la migración se ha transformado en un tema crucial de las campañas electorales y se ha establecido el discurso de “migrantes criminales” de manera más explícita.
“A mí eso me parece sumamente peligroso”, dice Stang a Ojalá. “Ninguna de las propuestas ha pensado, o al menos en el discurso público, en políticas de integración, que es lo que uno esperaría de una mirada estadista”.
Un grupo de personas emiten sus votos en un local de votación en Ñuñoa, durante las elecciones presidenciales en Santiago, Chile, el 16 de Noviembre de 2025 © Sofia Yanjarí.
Miedo y desinformación
En el último debate radial antes de las elecciones, Evelyn Matthei, una de las candidatas presidenciales de la derecha, aseguró que Chile incentiva la migración “irregular” por supuestamente priorizar a niñes extranjeres para ingresar a jardines infantiles estatales.
Su mensaje no solo criminalizaba a las infancias al referirse a ellas como “ilegales”, sino que también difundía información engañosa, pues los datos lo desmienten.
Contrarrestar este tipo de desinformación con datos y antecedentes es parte del trabajo que realiza Alexis Torreblanca en Infomigra, una iniciativa compuesta por un equipo multidisciplinario encargado de crear contenido y difundir información afín.
En su campaña “Migrantes por la Democracia”, Infomigra ha dado cuenta de que este 2025 se cumple un siglo desde que se entregó el derecho a voto a las personas extranjeras en el país. Eso cambiará con la implementación de una reforma constitucional despachada en septiembre pasado, en la que se aumentaron los requisitos para que las personas migrantes participen en las elecciones presidenciales y parlamentarias.
“Es un retroceso dentro de lo que podrían ser la inclusión y la integración de los derechos cívicos y de la ciudadanía de las personas inmigrantes”, dice Torreblanca. Criticó que esta postura ha sido asumida de manera transversal en el debate político nacional.
“Hemos visto el surgimiento de un populismo que hace dos o tres elecciones no veíamos”, dice Torreblanca. “Vemos que más de la mitad del discurso o de lo que buscan enmarcar los medios de comunicación giran y se centran en la migración, dejando de lado todos los otros temas”.
Junto a la desinformación llega el miedo. La asociación constante que se hace entre migrante/delincuencia o migrante/narcotráfico también va generando un impacto en la percepción que tiene la ciudadanía.
“Estamos escondiendo un discurso de criminalización donde queremos hacer que todas las personas que son diferentes a nosotros o que no conocemos sean posibles criminales”, dice Torreblanca.
Stang concuerda en que se trata de un reduccionismo. La académica explica además que cuando se hace el cálculo en términos de votos, las izquierdas se instalan desde el prejuicio de que el votante venezolano, que es el flujo migratorio que más ha crecido en el último tiempo, se inclinará por la opción de la derecha, pues se asume que al escapar del régimen de Nicolás Maduro estarán en contra del progresismo.
“Entonces sale la propia izquierda tratando de quitarles el derecho del voto a las personas migrantes”, dice Stang.
Una mujer emite su voto en un local de votación en la comuna de Ñuñoa, durante las elecciones presidenciales en Santiago, Chile, el 16 de Noviembre de 2025 © Sofia Yanjarí.
Señalar y expulsar
El pasado 20 de noviembre, Kast, el candidato a presidente del ultraderechista partido Republicano, escribió en su cuenta de X: “Quedan 111 días para el cambio de mando. 111 días para que los inmigrantes ilegales se vayan del país voluntariamente. Si no se van, vamos a sacarlos y no van a volver nunca más. Están advertidos”.
Este tipo de mensaje no es nuevo en Chile y se alinea con la creciente ola antimigrante a nivel mundial. En 2019, el expresidente Sebastián Piñera dijo que quería “cerrar nuestras puertas ojalá con machete”, refiriéndose al ingreso de personas migrantes irregulares al país. Organizó vuelos de expulsión con una puesta en escena en la que las personas ingresaban al avión vestidas con overoles blancos.
Catalina Bosch Carcuro, directora y fundadora de la organización Migrantas, siente mucho dolor al ver cómo se utiliza y se intenta instrumentalizar a les migrantes en contextos electorales. La decisión de restringir o no su derecho democrático al voto, afirma, depende de lo que la clase política crea que votará la mayoría.
“El ejercicio debería ser tratar de convencer a ese electorado de que tú eres la mejor opción”, dice Bosch, quien también forma parte del directorio del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos; vicepresidenta de Amnistía Internacional Chile e integrante de la Cátedra de Racismos y Migraciones de la Universidad de Chile. “Es realmente macabra la manera en que se utiliza y cómo se intenta manipular ese voto migrante”.
Desde Migrantas el diagnóstico es claro: la actual coalición de gobierno también ha contribuido muchísimo a afianzar esa mirada y ha entregado de alguna manera el tema en bandeja a la derecha y a la extrema derecha.
“La aprovechan de la peor manera posible, sin escrúpulos, despiadadamente, con propuestas que cada vez van compitiendo a ver cuál de todos es más cruel”, dijo Bosch.
Bosch esperaba que las otras candidaturas se posicionaran desde un lugar distinto, desde una ética distinta, desde una humanidad distinta. O lo deberían haber hecho, “partiendo desde la lógica del respeto irrestricto a los derechos humanos y la preocupación por el progreso de la sociedad”, dice en un café de Santiago en entrevista con Ojalá.
Pero si los discursos políticos apuntan en esa dirección, la realidad, dice Stang, avanza de otra manera: los procesos de convivencia de nacionales con inmigrantes ocurren desde hace mucho tiempo y en diversos espacios.
Un ejemplo de solidaridad y encuentro es la Junta de Vecinos El Progreso, ubicada en el norte de Santiago. Allí se han organizado ollas comunes y comités de vivienda, en conjunto por y para el vecindario del sector, sin importar su origen o nacionalidad. La Junta es un espacio que valora la diversidad y que ha defendido la participación de las personas migrantes con quienes construyen comunidad.
“Ahí se está construyendo un lazo social que es decisivo para lo que vamos a hacer en el futuro”, cuenta Stang. “También para las bases de la democracia en Chile. Y que es algo que se pone en entredicho en el contexto de esta ola neoconservadora que campea por el mundo”.
A Sonia Teppa le emociona volver a votar en diciembre, cuando podrá elegir quién lidere la próxima administración del país.
Pero con una mayoría conservadora en el Congreso con tendencia antimigrante, y la posibilidad cercana de un próximo gobierno de ultraderecha, se instala la incertidumbre sobre quiénes estarán en condiciones de votar la siguiente vez.

