Notas sobre el triunfo electoral en la ciudad de Nueva York
Al ritmo de la música y gritando consignas, estudiantes celebran que Zohran Mamdani fue declarado ganador como nuevo alcalde de Nueva York en Washington Square Park, uno de los parques mas significativos de Manhattan. Foto © Maria Ruiz.
Opinión • Susana Draper • 13 de noviembre, 2025 • Read in English
Los procesos electorales que venimos viviendo son un poco una ninguna parte porque parece como si ya la cosa estuviera siempre medio vendida de antemano o vendida unos minutos después.
Estamos desde hace tiempo largo en la naturalización general de tener siempre que elegir el mal menor o ajustarse a lo que llaman el realismo político para evitar el miedo. Y así se va la vida. Y así se van las décadas.
En medio de ese océano del desencanto a nivel electoral, lo que pasó en estos meses y se consolidó el pasado martes 4 de noviembre en la ciudad de Nueva York sigue sintiéndose un poquito como una suerte de milagro enorme que implica la irrupción de lo supuestamente imposible dentro del contexto de lo cotidiano más próximo.
En la campaña de Zohran Mamdani llegamos a ser 90.000 personas movilizándonos en actos que suenan minúsculos: conversar con vecinxs, tocar puertas, entrar a la peluquería, al almacén y generar una conversación, reírnos, bromear, juntarnos entre quienes no nos juntamos. Interrumpimos el flujo mecánico del ir y venir (para llegar a ninguna parte), desde un proceso de conectar y construir otros lugares para lo posible.
Tejemos el NO desde un SÍ enorme, a eso que está cada vez más destruido: la posibilidad de una vida digna para todas las personas. Desarmar la noción de que eso sea un privilegio y organizarlo poéticamente en una clave básica del habitar común en la ciudad basada en hacer asequible la vida en la ciudad.
La campaña de los otros candidatos se hizo desde la imposición de más miedo, mientras que desde Mamdani el eje estuvo mucho en desarmar la amenaza que paraliza. Recordamos que vivimos en presencia de un horror que crece y crece, y cuya responsabilidad viene de los intereses que financiaban esas otras campañas.
Logramos plantearnos desde otro lugar posible en lugar de tranzar con las políticas del saqueo que enriquecen a unos pocos a costa de violentar y secuestrar cada vez más la posibilidad de vida.
Hacer barrio, acuerpar la política
En las últimas semanas, cada evento de la ciudad se volvía una excusa para seguir el ritmo de la campaña: el fin de semana del cumpleaños de Mamdani lo celebramos haciendo barrio, tocando más puertas y, desde ahí, le cantábamos. Se participó “metafóricamente” en la maratón histórica anual de la ciudad de NYC con una maratón de tocar puertas.
Ese fin de semana se logró llegar al récord histórico: se habían tocado tres millones de puertas.
En la ciudad clave del capitalismo financiero (esa abstracción numérica que sobre-determina la vida entera y concreta de las gentes y los pueblos) se insistió en volver a lo que importa: la materialidad de una política entre los cuerpos que habitan y revitalizan un tejido cada vez más destrozado.
Para conversar, la clave era hacerlo desde una claridad de no reproducir activamente eso que estamos negando: evitamos la posición arbitraria, la pelea por “tener la razón,” la subida de tono y tuvimos claros mecanismos que no escalasen situaciones que podían haber llegado a ser violentas por el momento que vivimos de gran confrontación.
En ese sentido, un punto muy importante en el proceso de campaña fue el tener clara la posición común: sostenibilidad de la vida en la ciudad.
Eso, nada más.
Pero eso es todo lo demás.
Casi a la medianoche del día de elecciones en Nueva York, estudiantes escuchan los discursos de celebración del equipo electoral de Zohran Mamdani en Washington Square Park. Foto © Maria Ruiz.
Tocando puertas
Cuando la campaña alcanzó la suma necesaria para el proceso electoral, Mamdani lanzó un video en el que decía: “No des más de tu dinero, da tu tiempo. Apúntate para tocar puertas”.
Se rompió de diferentes modos toda una lógica organizativa corporativa y se tejieron muchas alianzas entre organizaciones de diferentes tipos desde certezas comunes para afirmar (eso que es la base misma de todo trabajo en coalición desde ciertos principios).
La campaña se centró en tres puntos clave en torno a los que gira una parte básica de la materialidad de la reproducción de la vida: vivienda, cuidados y transporte.
Dentro de esos, hay una ramificación de puntos que se vinculan a la alimentación y la seguridad comunitaria. Desde los feminismos entendemos muy bien: la relación territorio-cuerpo-cuidados es algo muy concreto que lo atraviesa todo. Y es también un modo de instalar prácticamente formas no literales de entender la seguridad.
Seguridad es poder tener donde vivir, poder comer, poder tener cómo ir a trabajar y dónde dejar a las niñeces, poder gozar. Seguridad es poder frenar esta sensación de absoluta inseguridad e impunidad que se ha exhibido en estos meses.
Fue interesante cómo el punto central de la campaña de Mamdani fue la seguridad, sin serlo explícita o literalmente. Se hablaba de seguridad pero no desde lo que nos imponen como sentido automatizado (más policía, más cárcel, y más represión).
La propuesta de “seguridad” de los otros candidatos era la ampliación del sistema policial y carcelario como política de la desaparición de la visibilidad del problema.
La juventud fue otro punto que usaron para intentar inhabilitar y desprestigiar la campaña de Mamdani.
El candidato a alcalde y exgobernador Andrew Cuomo usaba su edad y experiencia como las virtudes que lo instalaban como el “macho fuerte” que iba a poder enfrentar al otro “macho fuerte” que manda el país, sin mencionar que ambos fueron financiados por los mismos intereses.
En un debate, cuando Cuomo le dijo a Mamdani cómo iba a hacer para gobernar la ciudad más grande e importante del país siendo tan “joven y sin experiencia,” este respondió que por suerte no tenía experiencia en casos de abuso sexual, o en ser responsable de las muertes de tantas personas mayores en las residencias de ancianxs durante la pandemia, y un largo etcétera.
“Lo que no tengo en experiencia, lo complemento con integridad,” dijo Mamdani. “Pero lo que tú, Sr. Cuomo, no tienes en integridad, eso nunca lo podrás complementar con experiencia”.
Durante las elecciones en Nueva York, en la biblioteca de la NYU estudiantes siguen los resultados de las encuestas en vivo mientras realizan sus tareas. Foto © Maria Ruiz.
La derecha en jaque
La campaña de Mamdani puso en jaque a la derecha entera que cruza al partido republicano y a gran parte del establishment demócrata. En medio de un panorama de muerte, miedo, guerra, lanzó una propuesta de ciudad habitable para vivir vidas con sentido.
Todo el capital demócrata fue hacia Cuomo quien, con cargos de abuso y como exgobernador del estado, pretendió mostrarse como el único que podía hacerle frente al presidente Donald Trump.
Mamdani no contaba con la misma financiación, pero sí con la honestidad de haber luchado y sostenido por vivienda justa, por transporte gratuito y por ser parte de la huelga de hambre en la lucha histórica del sindicato de taxistas para cortar la deuda impagable que les había impuesto la ciudad. Durante este proceso se suicidaron algunxs de lxs huelguistas en el desespero de sentir imposible lo que fue luego una victoria.
En estos meses de campaña, vimos una suerte de opuesto espejo a la política desde la división y promoción del odio: un movimiento entre muchas generaciones, colores, sexualidades, géneros, religiones, formas organizativas, desde donde se llevaba otra música e ideas de vida, y ganas de luchar por otra ciudad.
Contra todos los pronósticos de “realismo” político que nos tiene perdiendo el tiempo de vida obligándonos a elegir siempre dentro del mal menor, ganó un hilo de esperanza materializada en la fuerza de un nosotrxs en interdependencia. La certeza de que sentimos más miedo e impotencia desde la soledad y el aislamiento.
Estamos en un momento en que se acompasan los despojos (recortes históricos, desempleo, situación de calle, crisis de salud mental) con políticas autoritarias desde prácticas que caracterizaron a las dictaduras de muchos de nuestros países en el Cono Sur: secuestrar y desaparecer personas, lanzar gente particular estilo “patotas” [grupos de choque] para secuestrar, detener, trasladar, traumatizar, amenazar, perseguir, fichar.
La memoria de la potencia que encontramos en la conciencia de la fuerza de nuestra interdependencia es un lugar en el que, más que nunca, se hace clave nuestra posibilidad de supervivencia colectiva.
En ella tenemos mecanismos de otros modos de hacer y hurgar en otras temporalidades que coexisten en la historicidad de este presente. Desde ahí podemos seguir insistiendo en una posibilidad cada vez más incierta: la posibilidad misma de vivir un ahora y un futuro.

