Amar más allá de la cultura del crush

Imagen para Ojalá © @Pazconnadie.

Opinión • Libertad García Sanabria • 11 de enero, 2024 • Read in English

Es muy probable que todas durmamos con el bicho de la heteronorma en nuestras camas y tengamos la expectativa de enamorarnos. Eso, aun seamos lesbianas, feministas, anarquistas, o estemos construyendo resistencia a diversas opresiones: racistas, colonialistas, clasistas, capacistas, especistas, entre tantas otras por resistir.

Quiero compartir y explicar mis resistencias a la cultura del enamoramiento (del crush) como una acción directa de autocuidado y de práctica política lesbofeminista. 

En los afectos y en cómo nos relacionarnos se evidencia tremendamente el sufrimiento que estructura al amor romántico y a la cultura del enamoramiento a través de una trama. Una historia llena de incertidumbres, de un ceder constante por parte de la feminidad (casi siempre encarnada en mujeres pero no únicamente) hacia las expectativas de quien nos hemos enamorado... Así, como si no tuviéramos voluntad o posibilidad de ejercerla. 

Hay que ir sorteando una serie de obstáculos —imaginarios y materiales— para lograr la exitosa unión parejil. Pero esa no puede ser la única forma de regocijarnos en el amor. Las ganas de desobedecer al mandato romántico surgen de mi búsqueda desde mi existencia en la lesbiandad feminista. 

Mi apuesta es compartida por muchas otras.

Sólo tras años de iniciada esta búsqueda pude trascender el estadio que por décadas no me permitió advertir que padecía ceguera heteronormativa. 

La heteronorma es esa red de valores, figuras y creencias que arman un universo simbólico que sostiene a las relaciones de pareja afines al sistema patriarcal actual. Se refuerza con alianzas puntuales con otras opresiones para sacar ventaja y apuntalarse mutuamente a costa del amor entre las personas. 

Echa mano de algunas estrategias y herramientas para expropiar la fuerza vital que nace del amor. Y lo hace para el beneficio de un sistema de opresiones. 

Para entender y explicar cómo le sirven al sistema nuestros afectos, imagino un mecanismo de extractivismo de energía vital. Esta ruta se organiza desde lo que pareciera más íntimo: nuestros deseos eróticos, amorosos y vitales, y se convierte en una ruta de extracción energética a favor del sistema patriarcal. 

El afecto entre las personas genera mucha energía; los cuerpos experimentan integralmente una constante fuente de movimiento, energía y calor cuando sienten amor. Es física, energética, mental, emocional y espiritual. Amorándonos podemos lograr cosas que individualmente no lograríamos ni concebir. Retomo esta expresión de Selene Luna como otra forma de nombrar la experiencia de dar y recibir amor bajo pautas de cuidado y cariño entre mujeres, que pueden o no incluir el compartirse sexualmente.

El amor es un recurso vital que el sistema patriarcal y capitalista quiere movilizar a su favor. Encontrando la forma de engranar las relaciones afectivas con la heteronormatividad, el sistema nos expropia energía.

Jerarquizar para controlar

La heteronorma jerarquiza las relaciones colocando socialmente unas como más valiosas que otras. Obtiene ventajas concretas de esa jerarquización, es decir, realiza intercambios inequitativos y desiguales que devienen injustos.

Obtiene y controla cuerpos, mano de obra y cuidados a cambio de la imaginería del amor. Reproduce el dominio y la violencia como forma de organizar la sociedad, la comunidad y el deseo. Borra la multiplicidad de amores que experimentamos, coartando su posible exploración.

Una primera función de la jerarquización de los afectos provoca que se otorgue una mayor valía a ciertas relaciones afectivas por las perspectivas a futuro de la unión para la reproducción y expansión del grupo propio. Cobra mayor valía la familia (el apellido), un pueblo, tribu o nación, que es colocada por encima de otras y priorizada su reproducción.

En el sentido opuesto, se ha controlado la función reproductiva de ciertos grupos que se leen como antagónicos, ejecutando con ello exterminios, eugenesia y genocidios en diferentes territorios y momentos.

La violación sexual como arma de guerra está enfocada en la extinción del “enemigo” en su origen, que es ejecutada en el cuerpo de las mujeres. La investigadora feminista Amandine Fulchiron lo explica en su libro Ley de Mujeres, por ejemplo.

Así, la violación sexual recurre a la dominación simbólica de la capacidad de pasar la vida que ha sido expropiada a las mujeres en contextos mixtos, pero donde predominantemente quienes toman las decisiones han sido los hombres. La función de la jerarquización de las relaciones resulta en un control autoritario sobre la vida.

Una segunda función que propicia la jerarquización de las relaciones afectivas es el control sobre la reproducción, es decir, la dimensión material de reproducir el linaje. Se articula con los requerimientos capitalistas de mano de obra, de consumidores/espectadores y de acumulación.

Al perpetuar un cierto dominio más allá de la pareja enamorada (esteoretípicamente heterosexual, de clase media, con patrimonio), enganchamos con el objetivo capitalista de la acumulación. Puede ser por un negocio familiar, una herencia, y entra en escena el patrimonio. Las otras uniones suelen quedar excluidas de estos mecanismos de propiedad, herencia y continuidad de los linajes. 

Es entendible que uno de los frentes de lucha de las personas de la comunidad LGBTIQA+ sea el participar de esta tarea de perpetuación del linaje, aunque esto no apunte a transformar de fondo el modelo patriarcal. La necesidad de contar con un grupo cercano es vital, aunque decidamos no seguirle llamando familia ni la conformemos por medio de la consanguinidad.

Históricamente surgieron acuerdos matrimoniales a modo y a favor del grupo familiar para crecer en estatus y herencia. Gayle Rubin desarrolló esa idea en su texto clave de 1975, El tráfico de mujeres: notas sobre la “economía política” del sexo.

Pero las aguas se revolvieron con la entrada en escena, hace dos siglos, del amor apasionado, del amor romántico como alternativa, amor que Brigitte Vasallo llama el amor Disney.

Aparece la idea de amor apasionado que encontró en el individualismo su lugar de existencia. Embona bien con el neoliberalismo económico. Actualmente en el mundo coexisten los arreglo matrimoniales por conveniencia, el amor romántico y el amor Disney, siempre entrecruzados con otras opresiones.

La tercera función es la obtención gratuita de servicios en favor de quien ejerce la dominación.

Para obtener estos beneficios se crea la ilusión de un intercambio: uno desigual que cambia materialidad por intangibilidad superflua; y un intercambio que también incluye al bienestar intangible de la contención y acompañamiento mental y emocional.

Me refiero a los servicios sexuales, emocionales, mentales y los diversos servicios domésticos para mantener la vida cotidiana ordenada: la comida lista y la ropa limpia, a cambio de la idea de ser amada, como Silvia Federici lo analiza en su obra El patriarcado del salario.

El control del amor como control de la reproducción 

La parejocracia y la heterosexualidad, la insustituible unión de dos biológicamente diferentes que se sostiene como prueba natural, más allá de lo social, instalan la idea de que ésta es la única unión posible.

Controlar la reproducción va de controlar el cuerpo, el tiempo y la energía, lo que una persona puede hacer con y de la vida.

El pensamiento monógamo –como lo denomina Vasallo— permite usar la idea de exclusividad dentro de los afectos para armonizarse con el capitalismo. Poseer en exclusividad un afecto como si fuera un objeto pasivo, inerte. Este es el origen de tanto sufrimiento y quiero aventurar algunas ideas del por qué.

Para seres con un alma expansiva es restrictivo encerrarnos en la posibilidad de sólo un afecto para recibir, dar y experimentar la vastedad del amor.

Nos crea la falsa idea de la competencia entre nuestros afectos. Es una idea de cuño capitalista, donde quien gana es la mejor opción al alcance.

Se crea y reproduce la idea de que para el amor ya logrado existe siempre el riesgo frente a la inmensa posibilidad de un nuevo vínculo. Crea una zozobra permanente que hace querer comprar seguridad, al costo que sea.

Ante tanta emoción desventajosa que trae la monogamia surge la propaganda romántica. Su apabullante difusión en cantidad y diversificación tiene el objetivo clave de convencer —sobre todo a las mujeres— de que el hombre ideal llegará.

Desobedecemos la heteronorma

Las relaciones que se construyen en la heteronorma invalidan nuestra voluntad de manifestar amor a todas las personas y entes que realmente quisiéramos y pudiéramos.

Dentro de contextos donde el patriarcado aún predomina, si no sucede esta obediencia se echa mano de la coerción y la violencia con acciones que van de la legitimación sólo de la unión heterosexual a la ilegalización de las otras uniones posibles, a la anulación de otras posibilidades y hasta su violenta eliminación.

Es abrumador saber que solo 70 países tienen alguna forma de aceptación legal del matrimonio igualitario o unión civil de un total de 193 países que monitorea la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex. En más de cien países te pueden encarcelar, sancionar físicamente e incluso asesinar por vincularte afectivamente con personas fuera de la heterosexualidad de acuerdo a datos de la ILGA

Menos control significa más autenticidad al amorarnos. La lesbiandad feminista y la existencia lesbiana en clave de Adrienne Rich nos colocan en la mesa la tarea incesante de cuestionar estos hilos de dominación y de abrirnos paso a nuevas formas de relacionamiento. Los senderos son inciertos y aún en construcción. 

Amar a otras semejantas en una sociedad que se ha cimentado en el dominio, en el odio y la explotación de las mujeres es una tremenda subversión. Todo lo que nos permita agrietar ese andamiaje de violencia es estimulante.

Apuntala esta subversión romper con los vínculos de a dos, desprendernos y desaprender la ansiedad de exclusividad en nuestros afectos, desplazar nuestro deseo lejos de la cultura del “amor a primera vista/crush” y de la aprobación masculina. Compartir de múltiples formas con múltiples personas simultáneamente. Considerar el cuidado de las emociones, los cuerpos, las mentes en cada vínculo que experimentemos. Cultivar la relación dual entre nosotras y practicar de una política de las mujeres.

Libertad García Sanabria

Mujer, lesbiana, feminista nacida en la CdMx, con actual residencia en el estado de Oaxaca. Es Licenciada en Sociología por la UAM-Xochimilco, Maestra en Ciencia Política por El Colegio de México y, actualmente, doctorante en Estudios Latinoamericanos de la UNAM. Es co-creadora del espacio cultural feminista La Gozadera, que abrió sus puertas en el centro de la CdMx de 2015 a 2020. // Woman, lesbian, feminist born in Mexico City and based in Oaxaca. She has a BA in Sociology from UAM-Xochimilco, a Masters in Political Science from the Colegio de México and is a doctoral student at the UNAM. She co-founded the feminist cultural space La Gozadera, which was open between 2015 and 2020 in Mexico City.

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