Celebración y resistencia en territorio Zapatista

Cuatro milicianas con gorra y cubrebocas entrelazan sus brazos. Al fondo, una ofrenda con fotografías, veladoras y flores.

Formación de milicianas al frente del templete en el Aniversario 30 de la Guerra contra el Olvido, Caracol VIII, Dolores Hidalgo. Resistencia y rebeldía, un nuevo horizonte, Chiapas, 2024. Foto: Francisco De Parres Gómez.

Opinión • Andrea Quevedo • 2 de febrero 2024 • Read in English

A casi un mes de haber vuelto de las celebraciones del 30° aniversario del inicio de la guerra contra el olvido, que se llevaron a cabo en el poblado Dolores Hidalgo, Chiapas, sigo repasando el contenido de cada uno de los momentos que viví. 

¿Cómo hacer una síntesis de la experiencia de habitar territorio zapatista, aunque sea por unos días? ¿Cómo hacer una síntesis de lo que aprendí sobre un proceso tan complejo como el que han experimentado las comunidades en Chiapas desde ese primero de enero de 1994, y también antes del levantamiento?

Una cosa que me queda clara es que el andar a través de las varias tormentas que han atravesado las y los zapatistas ha abierto un camino de vida digna que se ha cimentado en un movimiento constante. “Caminar preguntando” le llaman. 

También viene a mi mente La Montaña, el barco en el que viajó el valiente Escuadrón 421, la delegación marítima de cuatro mujeres, dos hombres y unoa compañeroa que navegó hacia Europa a través del océano Atlántico durante 52 días en mayo de 2021. 

¿De dónde viene esa asombrosa determinación para emprender un viaje de miles de kilómetros en un barco de pequeñas dimensiones, a pesar de los enigmas escondidos en la impredecibilidad del océano?

Una multitud de milicianos uniformados formados en hileras y con el rostro cubierto con pasamontañas sostienen un palo en cada mano y los golpean entre sí. Al fondo, una edificación de madera.

Milicianas y milicianos celebran el 30 Aniversario del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional EZLN, el 1 de enero del 2024. Dolores Hidalgo, Chiapas. Foto: Carolina Díaz Iñigo.

Otro camino —de mucha menor magnitud— que tuvo sus dificultades fue el viaje desde Ciudad de México al Caracol “Resistencia y Rebeldía: Un Nuevo Horizonte”, donde nos quedaríamos hasta la mañana del 2 de enero. 

Elegimos la ruta más adecuada —y, en general, planeamos todo el itinerario del viaje— tomando en cuenta principalmente el problema de inseguridad que tiene esa zona por estar bajo la constante amenaza de organizaciones paramilitares, el crimen organizado, así como de los efectos de la creciente militarización en esa zona. Aún así, estuvimos más de 24 horas en total tras el volante. 

La alegría y el alivio llegaron cuando comenzamos a leer los letreros que nos anunciaban que ya estábamos, por fin, en territorio zapatista. Cada letrero es único. Están pintados a mano y las leyendas cambian dependiendo de la zona. 

Aparecieron mantas avisando que ya estábamos a muy poco de llegar. Debo confesar que yo las vi con los ojos entrecerrados porque el último tramo del camino estuve concentrada en no detener de manera urgente, y ya por segunda vez, a mis compañerxs de viaje a causa del mareo producido por las curvas pronunciadas del camino que nos bajaron a un clima más húmedo que el de los Altos donde está San Cristóbal de las Casas.

Algunas frases que estaban escritas me conmovían y me interpelaban: “¡Despierten! Dormilones y dormilonas. Ya está cerca. Solo quedan 5 kilómetros para llegar al Caracol Dolores Hidalgo”. Otra decía “¿A qué veniste? ¿Le entras o no le entras?”.

Más adelante, flanquearon nuestro ingreso al Caracol no sólo varias filas de milicianas y milicianos en cuyos rostros adiviné mucha juventud, sino también muchísimas mantas históricas que hacían todo un recuento de las manifestaciones, las actividades culturales y demás eventos que han sido parte de la construcción de la historia de treinta años de lucha. Después de bajar de la camioneta, hicimos fila para el registro mientras más camiones, coches y camionetas llegaban.

Una multitud de milicianas uniformadas y con cubrebocas marcha mientras golpean dos palos entre sí, uno en cada mano. Al fondo, el monte lleno de vegetación.

Milicianas y milicianos celebran el 30 Aniversario del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional EZLN, el 1 de enero del 2024. Dolores Hidalgo, Chiapas. Foto: Carolina Díaz Iñigo.

Sostener la vida colectiva

La organización interna en los Caracoles es impresionante y, además, impecable. Esta vez no fue la excepción. El primer día lograron contener el hambre voraz de quienes llegamos unxs detrás de otrxs. En el comunicado advirtieron que quienes no comiéramos carne debíamos resolver nuestra alimentación. 

Sin embargo, aún en ese trajín loco que no paró durante los días de la celebración, hubo la posibilidad de que atendieran necesidades individuales en la —no menor— medida posible, por medio de un espacio de venta de comida con platillos variados. Otras cocinas compartían, entre humo y olor a leña quemada, comida y café caliente de manera gratuita. 

Me inundó de emoción ver a Marijose, compañeroa zapatista que formó parte del Escuadrón 421, y que se encargó de la organización de la cocina en esos días. ¿De dónde vienen esa determinación y capacidad para sostener la vida de miles de personas durante varios días?

Nadie se quedó con hambre, ni tampoco sin techo, lo cual fue otro reto, pues no fue nada fácil acomodar a semejante cantidad de gente. Desconozco si tenían un cálculo aproximado de les visitantes que llegaríamos, pero lo que sí sé es que nos tuvieron que distribuir en tres Caracoles cercanos al Dolores Hidalgo porque las lluvias amenazaban. Por suerte no llovió en esos días. Sólo quedaban algunos lodazales dispersos y el sol irradió durante la mayor parte de las mañanas y las tardes. 

Nos llevaron a donde no tendríamos que acampar a la intemperie, sino que nos quedamos dentro de dormitorios. También, instalaron aproximadamente cincuenta regaderas temporales al borde de un barranco con una vista que, al calor del sol de la media tarde, disfruté mucho. Y así, entre todos esos cuidados, se llevaron a cabo distintas actividades como obras de teatro, música, poesía, baile y proyecciones de documentales.

En una representación, un hombre vestido de traje con una máscara que sostiene un portafolio de utilería representa al presidente, acompañado de dos militares y dos hombres vestidos de traje que sostienen pancartas. Al fondo, varias personas observan

Obra de teatro que denuncia el acoso a las comunidades, realizada por Bases de Apoyo Zapatistas, Caracol VIII, Dolores Hidalgo. Resistencia y rebeldía, un nuevo horizonte, Chiapas, 2024. Foto: Francisco De Parres Gómez.

Las obras del pasado, futuro y presente

Las obras de teatro se presentaron a lo largo del 31 de diciembre. Cada representación corrió a cargo de las y los jóvenes de los Caracoles. Un día antes presentaron dos, pero lo hicieron en medio del caos de la llegada en masa de visitantes y cuando la tarde ya comenzaba a pardear. 

A través de las bocinas que magnificaban las voces de quienes se encontraban en un templete frente a la explanada del Caracol, alguien dijo que al siguiente día se volverían a presentar, pero que requerían de nuestra atención; que tuviéramos “el cerebro bien puesto” para escuchar. 

Todas las obras de teatro —y algunos bailables— representaron pasajes que narran, de una forma no lineal, un proceso que nace desde la época de las fincas y sigue hasta la última etapa, junto con las nuevas propuestas organizativas y teórico-prácticas que han anunciado en los últimos comunicados: el surgimiento de la nueva estructura interna, así como “el común y la no propiedad”.

Hoy desearía poder volver a verlas todas para seguir entendiendo los múltiples aspectos que mostraron sobre lo que ocurría antes de 1994, lo que ha pasado en estos treinta años y el horizonte que miran desde el presente en conexión con el pasado. Pienso que estas propuestas nuevas no pueden ser miradas sin pensar en lo que representaba uno de los personajes de la obra que estuvo a cargo del Caracol Oventik, cuyo papel era permanecer tejiendo de forma constante en un telar “la historia”. 

Toda la experiencia del 30° aniversario del inicio de la guerra contra el olvido nos encaminó a mirar la complejidad de lo que teje en el telar de la historia el pasado con el presente y el futuro. Para mí, la nueva etapa de organización, que fue anunciada en los últimos comunicados, da cuenta de la capacidad de transformación que tiene el modo de tejer la historia zapatista. 

Actores que representan a políticos y militares yacen en el suelo. Al frente, actores que representan a zapatistas sostienen pancartas con consignas. Al fondo,. cerros llenos de vegetación.

Obra de teatro que muestra el triunfo de la organización frente a la Hidra Capitalista, realizada por Bases de Apoyo Zapatistas, Caracol VIII, Dolores Hidalgo. Resistencia y rebeldía, un nuevo horizonte, Chiapas, 2024. Foto: Francisco De Parres Gómez.

Recuperando la tierra

En el comunicado titulado “Vigésima y última parte: el común y la no propiedad”, que salió en diciembre, se explica, a través de las palabras del subcomandante Moisés, el camino que llevó a las comunidades a construir ambos, así como su contenido. La no propiedad es una forma de préstamo mutuo entre pobladores, donde se gestiona por turnos una porción de tierra recuperada por las comunidades. 

El beneficio que produzca esa porción de tierra será para quienes estén trabajándola en ese periodo de tiempo. Después se rotará a otrxs, con la misma dinámica de trabajo común. No tendrán que ser miembros de las comunidades de base zapatistas, sino que se abrirá la participación a comunidades que no lo son.

De esta forma, se estará garantizando lo que ellos llaman la “base material” que les ha permitido construir una vida digna desde la autonomía. Asimismo, invitan también a trabajar a quienes vivimos más lejos pero estamos interesades en averiguar juntes cómo atravesar la tormenta, que no es sino la crisis capitalista que cada vez se recrudece más.

Esta forma de gestión territorial, donde el trabajo puesto en la tierra se brinda a quienes les toque trabajar después, es una estrategia de autodefensa en varios niveles. Por un lado, surge de la necesidad de generar esa garantía de tener una base material que permita sobrevivir la tormenta.

Por otro lado, en la reflexión que han hecho las comunidades, y que comparte el subcomandante Moisés en ese mismo comunicado, se menciona también el vínculo de los títulos de propiedad con la violencia y la fragmentación social y de la tierra. El problema surge porque, a diferencia de la propiedad privada, que requiere de una dinámica que le permita reproducirse infinitamente, la tierra existe de manera limitada, por lo que no queda más que fragmentarla de manera continua, lo que genera disputas y violencia. Entonces, sin títulos de propiedad, no habría por qué pelear ni por qué ni a quién matar.

Según el comunicado, “Si preguntan si es tierra de zapatistas, de partidistas o de quién, pues de ninguno de ellos.  O de todos, es lo mismo.  No hay comisariado o agente a quien comprar, asesinar, desaparecer. Lo que hay son pueblos que trabajan y cuidan esas tierras. Y las defienden”. 

Es imposible no tratar de imaginar cómo será el fruto de ese trabajo común en unos años, cómo serán esas tierras que formarán parte de la no propiedad en 120 años, cuando nazca la niña utópica sin nombre presentada en la tercera parte de la última serie de comunicados.

Las infancias ocuparon un lugar importante en toda la celebración del levantamiento. Fueron actores fundamentales en las obras y participaron en los talleres de la misma forma que cualquier persona adulta.

Vi varios grupos de niñxs jugando libremente y corriendo por todo el Caracol sin que nadie se preocupara. Mirarles me provocaba una extraña sensación de plenitud, rodeada de verdes montes que se esconden entre las nubes y sabiéndome en un territorio que alguna vez perteneció a un finquero.

¿De dónde viene la determinación de levantarse en armas y comenzar a construir un mundo digno? Me estremece pensar en la respuesta.

Andrea Quevedo

Estudió sociología y participa en colectivos de corte anticapitalista. Está interesada en la edición de libros, la difusión de textos críticos y en desarrollar la potencia transformadora que estas actividades tienen. //  Studied sociology and participates in anti-capitalist collectives. Her interests include editing books, disseminating critical texts and developing the transformative power of these activities.

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