8M, movilización y asamblea

La Primera Asamblea Transfeminista para el 8M tuvo lugar el 14 de febrero en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Foto © Marita Costa.

Opinión • Raquel Gutiérrez Aguilar • 6 de marzo, 2024 • Read in English

Llegamos otra vez al 8 de marzo, un momento de renovación masiva, festiva y radical de múltiples prácticas y debates feministas a lo largo y ancho de América Latina. 

Han pasado ocho años desde que desbordamos tumultuosamente los estrechos límites del feminismo liberal hegemónico y racista, repudiando con energía todas las violencias patriarcales y machistas. 

Desde entonces, cada 8M nos sumergimos en inmensos y caudalosos ríos de mujeres y disidencias de distintas edades, procedencias y profesiones, reunidas ruidosamente en las calles que vuelven a defender la maternidad voluntaria y el ejercicio diverso del placer.

A lo largo del tiempo de maneras variadas nos hemos movilizado para defender nuestras vidas -y la vida en su conjunto- de las prácticas políticas y económicas que drenan y amenazan las posibilidades de sustento digno y alegría cotidiana. 

En los territorios y desde las colectivas y organizaciones hemos rechazado el extractivismo y la guerra como mecanismos de sujeción y muerte.

En los tribunales, en las calles y en las escuelas hemos exigido y producido justicia ensayando formas de repudio simultáneo de la impunidad y del punitivismo. 

Criticando práctica y teóricamente el binarismo excluyente, de los géneros y de los razonamientos, hemos sacudido el debate público instalando temáticas que subvierten las bases de formas de pensamiento consagradas.

Las múltiples y tenaces prácticas de nuestros feminismos en todas las facetas de la vida, en nuestras casas, con nuestras amigas y familias, se conjugan y renuevan a través de las energías que se generan y liberan en conjunto durante el 8M. Desde ahí hemos impugnado la estructuración patriarcal de la vida social que se sostiene radicalizando las violencias, organizando guerras y colonizando tiempos y energías. 

De ahí el carácter de inmenso y creativo acto pedagógico que ha asumido el 8M, exhibiendo nuestra habilidad para entrelazarnos, para acuerparnos entre diversas y para sentir nuestra fuerza común.

Todo esto hemos hecho a lo largo de los últimos años en medio de debates en los cuales también se exhiben y problematizan nuestras diferencias. Porque la nuestra no ha sido una capacidad de articulación que uniforma y disciplina. Más bien, ha producido una ruidosa y a veces inestable forma de converger y al mismo tiempo de distinguirnos.

Este mes se cumplen también cuatro años del comienzo de la pandemia de Covid-19 en nuestro hemisferio y de las medidas de confinamiento que sacudieron tan profundamente nuestra existencia colectiva. Cuatro años en los que las secuelas de inestabilidad y precarización de la vida cotidiana se han agudizado a la par del recrudecimiento de violencias extremas.

Hoy el 8M llega con el insoportable genocidio en Gaza en el primer plano de la información global. También con las terribles imágenes de las mega cárceles salvadoreñas del re-elegido Nayib Bukele. 

Guerra y cárcel es lo que en 2024 ofrecen los regímenes patriarcales capitalistas y coloniales en distintas latitudes. Es así también en Ecuador, en Argentina, en Haití y en Perú, en México y más allá.

La Segunda Asamblea Transfeminista para el 8M tuvo lugar el 21 de febrero en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Foto © Marita Costa.

Un proceso anual de renovación

Estamos disputando el tiempo, los tiempos y las posibilidades de la vida digna. El 8M es una contraseña para las mujeres y disidencias en lucha. La preparación de la convergencia anual feminista más grande abre un rico proceso de escucha, debate y enlace. Para lograrlo, se revitalizan las asambleas feministas en un gran número de ciudades y pueblos.

Colectivas y nodos feministas diversos se auto-convocan y se encuentran. Sus interacciones de sostenimiento y apoyo recíproco y cotidiano, nutren poco a poco las asambleas feministas que preparan el 8M. Se discuten los problemas más álgidos y se produce diagnóstico y camino. 

Las asambleas feministas no brotan de manera espontánea, su capacidad de autoconvocarse descansa en las acciones conjuntas y en los debates que se sostienen a lo largo del año. Son dispositivos de enlace que multiplican la capacidad común en tanto vinculan y amplifican la fuerza de cada colectiva. A veces este tejido resulta más difícil, en ocasiones es más fluido. En todos los casos es fértil.

A través de las asambleas feministas, que florecen como jacarandas desde febrero, se anima una vez más la disputa por colocar en el centro del debate público el sostenimiento de la vida común contra las fuerzas que la niegan y aplastan.

En cada país se expresan con palabras distintas, sentidos similares. 

En las asambleas de Buenos Aires, como nos ha contado Verónica Gago a través de sus crónicas, la temática principal es la organización de la resistencia contra la profunda debacle económica que el ultra-liberal Javier Milei se empeña en profundizar.

Se conocen y enlazan las necesidades de trabajadoras sindicalizadas con los reclamos de las despedidas recientes de sus puestos de trabajo. Se escuchan las dificultades cotidianas de quienes sostienen comedores populares que ya no abastecen para cubrir tantas carencias en medio de la inflación que no da tregua. Se organizan intercambios de útiles escolares cuando el dinero de las familias no alcanza para nada. 

Así se va fraguando el repudio feminista al derechista gobierno de Milei, simultáneamente reforzando la ayuda mutua y fortaleciendo la convicción de que se debe establecer un límite a la destrucción del país.

En Cochabamba, en Bolivia, las asambleas que han vuelto a congregarse ligando lo que pasa en la vida de las participantes con lo que ocurre en el país ponen la precariedad de la vida como un problema central del presente. Parece no haber tiempo, ni dinero, ni estabilidad, ni modo de conseguirlo. La sensación se comparte y se esclarece la crítica condición económica que atraviesa Bolivia.

En la Ciudad de México, esperamos con expectativa la inundación y el desborde violeta del 8M. En algunas asambleas preparatorias en esta enorme ciudad se ha enfatizado la importancia de que los feminismos en lucha mantengan una postura independiente, no partidista y que no se dejen subordinar por el progresismo local y sus ofrecimientos. Sobre todo ahora, cuando la lucha por justicia y verdad protagonizada por las madres y familiares de víctimas de desaparición y muerte se intensifica en medio de las recién comenzadas campañas electorales. 

Habrá que darnos tiempo, después del 8M, para desgranar y comprender lo que se ponga en juego en las calles. Sabemos, eso sí, que no nos encontramos para exigir igualdad en el desastre sino para continuar transformándolo todo.

Raquel Gutiérrez Aguilar

Ha sido parte de variadas experiencias de lucha en este continente, impulsando la reflexión y alentando la producción de tramas antipatriarcales por lo común. En Ojalá, es editora de opinión. 

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