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Organizando un horizonte feminista contra todos los fascismos

Una reflexión sobre la movilización feminista contra el silencio impuesto por la violencia en Santa Cruz, Bolivia.

Opinión • Claudia Cuellar Suarez, 6 de marzo, 2023 • Read in English

¿Qué está pasando en Santa Cruz? ¿Están bien? ¿Pueden salir a la calle? 

Desde octubre pasado esas preguntas llegaban insistentemente a quienes vivimos en esta ciudad al oriente de Bolivia. Nuestras televisiones transmitían imágenes de autos y edificios públicos incendiándose en medio de nubes de gas lacrimógeno. 

Nosotras, como feministas en esta ciudad, nos hacíamos las mismas preguntas. Habitábamos la máxima confusión descarnada, sorteábamos en muchos flancos los enfrentamientos más duros.

El último episodio de conflicto abierto en la región se desarrolló en dos actos.

El 22 de octubre de 2022 se instaló un “paro cívico”, que en realidad fue una ocupación y bloqueo con un cierre forzado de la ciudad de Santa Cruz y algunas provincias, a excepción de las grandes industrias y quienes podían hacer trabajos virtuales. Avenidas, calles y barrios tenían la circulación restringida por horas y días y no había transporte público.

El Comité Cívico Pro Santa Cruz, entidad regional de coordinación de los intereses de las élites locales desde 1950, en articulación con el denominado Comité Interinstitucional por el censo 2023 —extinto pasado el conflicto— planearon y ejecutaron estas acciones. 

Ahí se juegan los intereses del empresariado soyero y ganadero —actualmente en tensión— que presenta sus necesidades como si fueran compartidas por todos los habitantes de la ciudad. 

Los largos días de paro-bloqueo se impusieron a través de la fuerza. La violencia se volcó sobre partes de la sociedad trabajadora cruceña, que cada vez hallaba más difícil encontrar modos para sostener la vida cotidiana. 

El motivo del bloqueo era forzar el gobierno nacional a realizar el censo 2023, pues de esa información dependerá la composición del Congreso nacional y la entrega de recursos públicos tras las próximas elecciones generales dentro de un par de años. 

El segundo episodio ocurrió los últimos días de diciembre, cuando la detención del gobernador del departamento de Santa Cruz, Luis F. Camacho, acarreó otra ola de violencia.

Los miedos y odios se movilizaron

Nosotras vivimos un grado de autoritarismo social profundo en la seguidilla de bloqueos forzados establecidos en muchas de las rotondas de la ciudad a lo largo de 36 días de “paro cívico”.

En su pugna con el partido Movimiento al Socialismo (MAS), los miembros del Comité Cívico armaron el escenario para que ese autoritarismo también se organizara desde abajo. 

Hubo violentas confrontaciones entre vecinos que sofocaban de inmediato las opiniones disidentes. Personas cercanas que habían tenido buenas relaciones se delataban entre sí cuando alguna se volvía sospechosa de querer “traicionar” el paro-bloqueo.

El ambiente social enrareció hasta la asfixia la ciudad más rica y con mayor crecimiento en Bolivia.

Era difícil pasar el tiempo con muy poco o sin trabajo, sin posibilidad casi de circulación, con inmensa dificultad para adquirir alimentos cada vez más caros. Pero lo más amargo era la soledad y el aislamiento que se fue expandiendo a ras de suelo. 

Todos desconfiando de todos, todos confrontándose entre sí. 

La violencia se instaló desde la calle hacia la casa y al revés. Los discursos reaccionarios saltaban contra cualquier crítica al paro, al comité y a los señores que “deciden”. 

Aprendimos esos días que “fascista” o “facho” no es una identidad, es un juego de fuerzas

Los fascismos son una maraña de relaciones viciosas que exacerban discursos racistas, religiosos y antifeministas. Amasijo de tensiones confusas, altamente conservadoras que mueven emociones de odio y miedo hacia el otro, reforzando la identidad como bandera reaccionaria. Todo eso convierte la cotidianidad en un mar de inseguridad y desconfianza. 

Fascismos —así, en plural— son mucho más que una contraposición estridente de bloques políticos. Están atados a la violencia y a las relaciones patronales que sostienen el despojo en esta región. Se manifiestan bajo la bandera de derecha pero también son prácticas que se han instalado en formas políticas capturadas por el partido de gobierno. Evidencian una degradación de la política y de quienes quieren mantener secuestrado el espacio público. 

Por eso hablamos de disciplinamiento fascistizante. Eso no sólo viene de arriba sino que se juega también desde abajo a través, por ejemplo, de las “listas de traidores”, como las que se dan entre los cívicos, los vecinos o los grupos más reaccionarios en la universidad pública. Amenazaban con sacar los nombres de las personas que disienten de sus medidas. 

Es similar a lo que ocurre en el partido de gobierno, donde expulsan y acribillan públicamente a quien cuestiona a alguno de sus caudillos. Son prácticas violentas que imponen el silencio forzado como táctica de sobrevivencia.

Las violencias vividas en los hogares se vuelcan hacia la calle cuando varones jóvenes—y algunas mujeres también—se atribuyen el derecho a corretear a quienes discrepan de ellos con bates en sus manos, dispuestos a quebrar huesos y cabezas.

El gobierno central contestó con desprecio, sordera y complicidad, opacando los pactos que ha hecho con esta élite e institucionalidad cruceña. Ambos se fortalecen en cada aparente pugna política, que termina con un orden oculto acordado entre señores propietarios y mandantes. 

Cuerpos y territorios en disputa

El ataque hacia colectivas feministas urbanas en Santa Cruz es de larga data. Un ejemplo de ello se dio en la marcha del 28 de noviembre de 2021, donde grupos religiosos y de la Unión Juvenil Cruceñista golpearon a las colectivas que visibilizaban la violencia patriarcal. 

Hemos sido nosotras, los colectivos feministas más autónomos, quienes hemos tomado distancia y contado lo que pasa en Santa Cruz desde otro lugar

Aquí, la alianza evangélica-católica también ha cobrado fuerza en los últimos años. Con un discurso antifeminista, llaman al orden a los cuerpos feminizados y disidentes que se rebelan a las normas familiares y a los roles de género. 

La alianza conservadora de religiones cristianas se muestra hoy, otra vez, como furibunda adversaria de la inclusión de la educación sexual en el currículo educativo, adhiriéndose a las estructuras del Comité Cívico Cruceño aunque circulando más allá de él. 

Los cuerpos de lxs niñxs y sus deseos, los cuerpos racializados y aquellos que subvierten lo que existe son el sujeto de fondo que se intenta controlar

Nosotras no olvidamos que esta élite es violadora y que sigue usando la violación como amenaza para colonizar cuerpos y territorios. La violencia sexual ha consolidado las relaciones patronales y racistas de esta región. 

También los territorios y sus riquezas en esta vasta región de Bolivia son objeto de disputa. El departamento cruceño tiene una tasa de deforestación per cápita 34 veces más alta que el promedio mundial, según datos de la Cámara Forestal de Bolivia. 

La profundización del agronegocio extractivista y de otros proyectos económicos petroleros y energéticos impulsados por la tradicional oligarquía camba y sus alianzas transnacionales se confronta —en una pugna anticomunitaria y antipopular— con la expansión colonizadora, ambas mediadas por el partido que gobierna. 

Las pugnas por las tierras y las aguas operan en el subsuelo de los conflictos “cívicos” cruceños. Las élites buscan y disputan espacios, y miran los territorios y las tramas que organizan la vida como “recursos” donde obtener ganancias. 

El problema central de esta dinámica, que se oscurece bajo los gritos estridentes del “Comité”, es la reproducción de la trama de la vida. Los vínculos de eco-interdependencia regional se ponen en juego cuando se alteran los ciclos del agua, del suelo y del clima

Horizontes políticos feministas en Santa Cruz

Nuestros horizontes políticos como feministas autónomas en Santa Cruz se juegan en la posibilidad de construir explicaciones útiles para las situaciones tan confusas y tan violentas que hemos atravesado en los últimos meses. 

Producimos encuentros entre nosotras para ir escudriñando capa por capa esta reacción violenta y fascistizante. Buscamos entender lo que se juega y el modo como se recomponen las amenazas a nuestros cuerpos y a nuestros territorios. En el encuentro sereno y cara cara producimos palabras, elaboramos explicación y volvemos a sentir nuestra fuerza para salir de la asfixia. 

Por este proceso hoy sabemos y entendemos mucho más.

Que la precarización y el empobrecimiento en la región cruceña son crecientes y que el endeudamiento es también cotidiano y va en expansión. Que sostener la vida es cada vez más difícil. Que los discursos de odio cívicos y estatales desvían la atención hacia problemas que no son propios.

Que conviene desconfiar de caudillos y partidos. Que a ellos sí les es útil el clima de miedo para poder presentarse como salvadores.

Que el Estado Plurinacional propiciado por el MAS ha terminado siendo aval del extractivismo agroindustrial cruceño que la élite local ha aprovechado de manera tan rotunda. Que sus peleas y sus pactos son suyos y que la asfixia de otros debates les favorece.

Que nosotras queremos que el Comité Cívico y sus liderazgos se extingan. Que no son representación social de esta sociedad cruceña, cada vez más compleja y habitada por muchxs. Esa institucionalidad ahora nos ocupa por la fuerza. 

Nosotras, mientras tanto, reforzamos nuestros vínculos colectivos. Sacamos el miedo del cuerpo y nos arraigamos en nuestros montes para disputar la vida que deseamos. Desde ahí proponemos un horizonte contra todos los fascismos. 

Que el 8M y en los tiempos que nos vamos inventando, retomemos nuestras calles para brotar y reverdecer desde nuestra rabia, haciendo renacer la alegría que nos quieren arrebatar.